REBECA ARGUDO-ABC

  • Independientemente de que sea más o menos acertada la decisión de Vox y de a quién beneficie finalmente la ruptura de los pactos con el PP es consecuente con su programa

Todo nos parece mal. Será porque ya nos tiene aburridos nuestra clase política o porque hemos perdido toda esperanza (que al final es un poco lo mismo), pero parecemos esos críos malsufridos que a las siete de la tarde (por lo que sea, siempre es a las siete de la tarde) tienen hambre pero no quieren comer y tienen sueño pero no quieren dormir: lo único que hacen es dar por saco y todo les parece mal. A nosotros, ahora, también todo nos parece mal.

Nos ha parecido fatal y hemos hecho mofa con los constantes amagos de romper pactos de Podemos y Sumar. Pero nunca los han roto. La de veces que han dicho que se iban (que por ahí no pasaban, que se enfadaban y no respiraban), y cuando les decían que puerta se enfurruñaban y, como diría Shakira, mastican tragan, tragan mastican. Y ahora, cuando Vox dice que, de aceptar el PP el reparto de menores no acompañados, rompería los pactos y aceptando el PP va Vox y rompe, nos echamos las manos a la cabeza y también nos parece mal. Y no hablo de lo que opine yo del reclamo de unos o la decisión de otros (que eso sería otra columna) ni de lo que opine usted (que me interesa muchísimo), hablo de tener palabra: Vox no iba de farol y ha cumplido. E, independientemente de que usted y yo estemos de acuerdo o no con lo suyo o con lo de Sánchez (con lo de Feijóo ya es más complicado aclararse), hay que reconocerle que tiene palabra y que eso es coherencia política. Hoy por hoy, algo insólito.

Lo fácil y lo habitual es olvidarse de las ideas y agarrarse al carguico (y al sueldo), hacer lo que conviene mientras se afirma que todo es en nombre de un bien superior, del tan traído y llevado interés general y, si cuela, también por la concordia. Los ve uno que se quedan ahí, enganchados a la poltrona y dejando pasar la vida, tan callando. Haciendo pasar por responsabilidad democrática lo que solo es puritito interés, transacción electoralista, y, en algunos casos, la desesperación de que eso sea lo único que les separa de la cola del paro.

Independientemente, pues, de que sea más o menos acertada la decisión de Vox y de a quién beneficie finalmente (que está aún por ver) la ruptura de los pactos con el PP es consecuente con su programa y su palabra. Además, el votante de Vox no tiene el perfil del votante del PSOE, no sufre el síndrome Loles León por el cual le pueden decir una cosa y hacer la contraria, que no habrá amnistía y que luego la haya, sabiendo que le seguirán votando porque es lo que se ha hecho toda la vida y menos mal que no gobierna la derecha. A Abascal no le quedaba otra tras lanzar el órdago. Y esto no es un ‘Elige tu propia aventura’ en el que se pueda volver atrás y elegir no haber abierto la boca.