Ignacio Camacho-ABC
- Los sondeos atribuyen al PP un triunfo tan claro que a partir de ahora sus expectativas sólo pueden ir hacia abajo
Las elecciones de junio en Andalucía serán -son- el primer tanteo real del llamado ‘efecto Feijóo’ y de su impacto sobre la posibilidad de un relevo en el Gobierno de España. En primer lugar porque se trata de la autonomía más poblada y donde el bipartidismo conserva mayor relevancia, fruto de una implantación territorial y social casi dinástica. En segundo término porque supone el estreno electoral de su liderazgo en el PP, y por último porque su estructura de poder interno se basa en una alianza estratégica con la organización andaluza del partido, con la que comparte la vocación de centralidad liberal que constituye su principal apuesta contra el sanchismo. El nuevo jefe de la oposición se va a examinar el 19-J por persona interpuesta y el resultado que obtenga Juanma Moreno tendrá una decisiva influencia en la legislatura porque medirá con exactitud la actual correlación de fuerzas, no sólo entre socialistas y populares sino entre las dos principales formaciones de la derecha.
En ese sentido Feijóo y Moreno se enfrentan a sus propias expectativas tanto como a los adversarios. Los cálculos demoscópicos les son tan favorables que sólo pueden ir hacia abajo. La valoración del presidente de la Junta y su proyección en porcentajes y escaños le han puesto un listón de salida muy alto, de modo que incluso una victoria holgada parecerá un fracaso si no se aproxima a esos parámetros. Las campañas movían escasos votos hasta la primera década de este siglo, pero ese panorama estático cambió a partir de la fragmentación del arco político y ahora existe una alta volatilidad que puede volcar en semanas, o hasta en días, los desenlaces previstos. Aunque resulta poco probable que el sillón de San Telmo corra peligro, el verdadero desafío de Moreno y de su jefe de filas es contra la euforia de los vaticinios. En definitiva, contra ellos mismos y contra la clásica paradoja del favorito.
La apuesta de gobernar en solitario parece muy comprometida. El PSOE arranca con pésimos pronósticos y la primera posición perdida. Un desastre para su antigua hegemonía. El radicalismo de las alianzas sanchistas destroza el perfil moderado que Juan Espadas acuñó en la Alcaldía de Sevilla. Sin embargo sigue siendo la formación más numerosa y disciplinada de Andalucía y el Ejecutivo la va a apoyar con toda su maquinaria propagandística. Por su parte, Vox es el partido que mejor funciona y más crece cuando suenan clarines electorales, tiene en el medio agrario una acogida notable y Macarena Olona es la candidata idónea para su estilo de combate. Ese duelo de las derechas constituye también un ensayo relevante de las próximas generales, en las que nadie tendrá una mayoría absoluta a su alcance. Y pone al ‘feijoísmo’, o como se llame, ante su gran prueba de fuego: la de medir el peso que Vox pueda tener en la conformación de una alternativa de gobierno.