Paradojas

Por la misma lógica que la persistencia del terror se ha convertido para la izquierda abertzale en la demostración recurrente de la existencia del conflicto en Euskadi, el cuidado con el que ETA ha evitado en el pasado el enfrentamiento con el Estado francés impide que pueda utilizar ahora el mismo argumentario.

El comunicado dirigido por ETA a las instituciones y a los ciudadanos franceses se inscribe dentro del juego de compensaciones que la banda terrorista y el conjunto de la izquierda abertzale inauguraron con la tregua de 1998. Hasta entonces, y durante los años más sangrientos del terrorismo etarra, la reivindicación de la integridad territorial de Euskal Herria se había mantenido como una aspiración remota. Pero el cese de la actividad violenta requería ser compensado mediante el realce de los objetivos últimos del independentismo. Como en 1998, hace unas semanas fue Navarra la que Batasuna introdujo en el juego de compensaciones. Ayer le tocó el turno a Iparralde.

De hecho, y aunque en su comunicado ETA denuncie que «durante largos años el conflicto entre Euskal Herria y el Estado francés ha sido ocultado», lo cierto es que a lo largo de su trayectoria la banda terrorista mostró también un especial cuidado en evitar incomodar a las autoridades francesas. Si bien ahora la izquierda abertzale se queja de que el gobierno francés eluda sentirse parte del conflicto, durante décadas la máxima prioridad de la estrategia etarra había sido precisamente la de preservar el territorio del País Vasco francés como retaguardia para atentar en España. Nunca como escenario de su «lucha armada».

La fabulación de un conflicto en el que Euskal Herria estaría enfrentada a dos Estados permite crecerse a quien alimenta semejante delirio. Resulta significativo que la propia ETA se vea obligada a señalar: «Es sabido que donde no hay problema tampoco hay necesidad de solución». Pero por la misma lógica que la persistencia del terror se ha convertido para la izquierda abertzale en la demostración recurrente de la existencia del conflicto en Euskadi, el cuidado con el que ETA ha evitado en el pasado el enfrentamiento con el Estado francés impide que pueda utilizar ahora el mismo argumentario.

Las paradojas no quedan ahí. En torno a 150 presos de ETA están encarcelados en una treintena de centros franceses. Y quizá sea éste el motivo más palpable del comunicado de la banda terrorista. Tanto que resulta elocuente que no haga mención a ese hecho. Los detenidos y condenados en Francia a causa de una actividad orientada a sembrar el terror en España comienzan a temer que en el caso de que aquí el alto el fuego abra la puerta a los beneficios penitenciarios ellos pueden quedarse a la cola, a merced de las mismas autoridades que no quieren saber nada de la responsabilidad que ETA intenta transferirles. Aunque parece difícil que imputando a la construcción histórica del Estado francés «la muerte lenta y programada de los pueblos oprimidos» la República deje de calificar a ETA como un problema únicamente español.

Kepa Aulestia, 15/6/2006