PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA-EL CORREO

Me preocupa el éxito que ha tenido entre nuestra clase política el libro famoso de Lakoff, ya saben, el del elefante. No porque los políticos lo hayan leído, sino porque utilizan la sinopsis con mucha soltura como referencia prestigiosa mientras sospecho que están convencidos de que realmente hay escondido un elefante en algún lado. Puede que incluso tengan la ilusión de que el elefante sea Dumbo o Babar y por eso lo están buscando con disimulo, pero intrigadísimos, sin darse cuenta de un pequeño detalle no exento de importancia: mientras ellos buscan al paquidermo, el marco teórico, la habitación y el país en general se está llenando de gente sin trabajo.

Ayer se supo que en febrero se ha sobrepasado la cifra de cuatro millones de parados. Hay quien asegura que es una cifra «simbólica», valoración que probablemente solo puede hacerse sin pertenecer a los cuatro millones de personas sin trabajo y utilizando además un bulldozer para construir las metáforas. El panorama laboral se completa con casi un millón de trabajadores en ERTE, situación que en los mejores casos será temporal, pero en otros muchos va a ser terminal. Para añadirle la guinda, sumen los autónomos en cese de actividad y los desempleados en formación, que ya me contarán dónde van a encontrar curro y no entran en los datos del paro.

El tiempo que falta hasta que esta situación comience a sacar a la calle a gente con hijos, trienios y la vida hecha trizas en lugar de a adolescentes duramente golpeados en el plano anímico por el encarcelamiento del rapero Hasél es lo que nos queda para seguir entreteniéndonos con la resurrección de Aznar o las disputas gubernamentales por la hegemonía feminista. No es un elefante lo que está en la habitación. Es una montaña de parados que no deja de crecer. La habitación, además, está en llamas y el extintor tiene forma de vacuna, pero hasta con eso puede mirarse hacia otro lado. ¿Se han enterado de lo de Miren Larrion? Los empresarios vascos advierten de que la lentitud y la imprevisibilidad de la campaña de vacunación dificulta la recuperación económica. A Lakoff le interesaría lo que consigue nuestra política con las vacunas: el ‘macguffin’ expiatorio. Pase lo que pase con ellas, la culpa siempre es de los demás.

BARCELONAAnarcoitaliana

Los Mossos han detenido a ocho personas por el incendio de la furgoneta de la Guardia Urbana con guardia urbano dentro. Seis de los detenidos son italianos; los otros dos, un francés y un español. Buena noticia. Pronto veremos al consejero de Interior de la Generalitat confirmando con papeles en la mano que lo de Barcelona es un problema muy serio de violencia que tienen en el extranjero. También es una tradición. Los anarquistas italianos deben de estar en la capital catalana desde finales del XIX, cuando llegó Francesco Momo con las bombas ‘orsini’. Tras la crisis de 2008, antes de que el descontento social se tornase en virus nacional, ya se hablaba en las altas esferas catalanas de la «matriz anarcoitaliana» de los disturbios. Solo el atraso y el provincianismo explica que a los demás los alborotadores tras el fútbol, la verbena o la manifestación nos salgan todos de kilómetro cero, una horterada: vándalos de proximidad.

ÁBALOSA tocateja

El Gobierno limitó a mil euros los pagos en efectivo entre profesionales, pero eso no debe de afectar a los ministros. Es que parece que José Luis Ábalos pagó 1.800 euros en metálico tras alojarse con su familia en un hotel. Bueno, no pagó él, sino alguien que le acompaña y es mitad asesor y mitad mozo de espadas. La cuenta incluía masaje y champán, como es lógico. La oposición truena. Se piden dimisiones. Mucha tranquilidad con eso. Ábalos es el ministro que más se parece a España. Qué inexplicable su ausencia en el último disco de C. Tangana.