IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
- Solo nos quedan dos alternativas para poner fin al conflicto: o dejamos de comprar gas a Rusia o dejamos de enviar ayudas a Ucrania
En ocasiones, la vida conduce los acontecimientos a situaciones absurdas. Como la actual. Me refiero a la posición europea en la guerra de Ucrania. Con ocasión de la visita a Kiev de la presidenta de la Comisión y del jefe de la política exterior, se anunció el envío de 500 millones de euros de ayuda militar y humanitaria al país invadido, que se suman a los 1.000 millones ya comprometidos y parcialmente enviados. Sin duda alguna es mucho dinero y confirma que, por una vez, la UE ha traspasado el mundo de las palabras bellas, en donde es un actor terrible, para adentrarse en el siempre proceloso territorio de los hechos.
Ese compromiso coincide en el tiempo con la evidencia de que transferimos diariamente 1.000 millones al país invasor, en forma de contrapartida por el gas que le compramos. Cuyo precio, para mayor escarnio, ha subido a la estratosfera como consecuencia, precisamente, de la guerra que pagamos y/o financiamos en ambos lados. La situación es tan kafkiana que hasta el Parlamento europeo ha aprobado la interrupción inmediata de las compras de carbón, gas y petróleo a la Rusia de Vladímir Putin. La propuesta tiene todo el sentido del mundo, porque apoyar al invadido por razones de derecho internacional y humanitarias mientras financiamos al invasor por razones de conveniencia económica, es una locura. La derivada desagradable de esta decisión es que hay países en la UE, y en especial Alemania, cuyo suministro energético mantiene una exagerada dependencia de Rusia, fruto de muchas decisiones temerarias adoptadas bajo la dirección de los cancilleres Schroeder y, más aún, Merkel. Apelar a la ‘real politik’ suena hoy a duro sarcasmo.
Si la pandemia nos retuvo en casa, la guerra puede imponer una reducción pactada del consumo
¿Cómo arreglar el embrollo de mantener las ayudas a Ucrania, para defender el ‘fuero’, sin perjudicar demasiado al ‘huevo’ alemán? Solo se me ocurre una vía. Deberíamos suspender las compras a Rusia y buscar la manera de solidarizarnos con Alemania, como han hecho ellos tantas veces en el pasado con los demás. Habría que pactar una gestión conjunta de los aprovisionamientos de todos los países miembros, aunque ello supusiese el racionamiento temporal del consumo de gas y electricidad en todos ellos. Si la pandemia nos paró la actividad y nos retuvo a todos en casa, la guerra puede perfectamente imponernos una reducción pactada de los consumos. Con clara preferencia por disminuir los personales y domésticos, para evitar que las empresas paren y agraven los problemas de empleo y actividad que ya tenemos. Sin los ingresos procedentes de las ventas de energía, a Rusia le resultaría imposible mantener el esfuerzo bélico muchas semanas más.
No sé si será técnicamente posible, pero es que la única alternativa consiste en forzar a Ucrania a que se rinda y cese así la guerra. Algo que, supongo, no aceptarán de buen grado. Así que solo nos queda elegir entre dejar de comprar gas a Rusia o dejar de enviar ayudas a Ucrania. Ambas pararán la guerra, pero las maneras de hacerlo y sus consecuencias serán muy diferentes.