Imagínese, señor Sánchez, todas las estatuas derrumbadas de Maduro reemplazadas por unas suyas, mejor hechas, claro está. Piense que le costaría mucho lograr algo así aquí en España, pero lo tiene a tiro de piedra en Venezuela
Hace varios años por no decir muchos, Mafalda, la inefable, pedía a gritos que paren el mundo. Lo pedía en una época que aún podían existir una Mafalda y su familia patriarcal.
Hoy ese grito está más vivo que nunca, porque así con el corazón en la boca no podemos seguir.
Si no paran un poco las rotativas digitales cotidianas me va a dar algo y esta columna va a quedar en blanco.
El aluvión de hechos políticos que arrecia en España en este infierno estival no tiene precedentes desde la instalación del sistema político posterior a Franco.
Nunca se ha visto tamaño desaguisado institucional.
Y el principal problema es que a los españoles los aturde y confunde un cúmulo de estímulos altisonantes que atacan su entender por todas partes. Muy poca gente es consciente de lo que está pasando en realidad, lo van a ver luego. Tal vez en el invierno.
Así funcionó en Argentina y en Venezuela. Así funcionará en España aún cuando el estrago sea menor que el venezolano y distinto al argentino, funcionará.
Porque la oposición no aprende de la experiencia ajena y los pueblos por sí mismos tampoco.
Se ve mucho español azorado, impávido y hasta paralizado por lo que ve pasar ante sus ojos.
Y es que nos vuelven locos, venga ya. Sánchez juega su juego de sanchismo eterno y la oposición no entiende que no entiende.
El fugitivo del semáforo rojo
Esto de Puigdemont ha sido la cereza del postre. Estábamos instalados en el absurdo, ¿por qué irnos a lo bizarro? ¿Con qué necesidad? La de Sánchez, claro. Cierto es que en pleno verano esta columna admite un toque de humor en todas las cosas, pero esto del fugitivo del semáforo rojo es para llorar, y no de risa.
Sánchez soltó el coche español barranca abajo y se lanzó a tiempo para mirar todo el desastre desde La Mareta, como quien no quiere la cosa y en modo silenzio stampa. Ni una mención siquiera al contubernio descarado para entregarle concierto económico propio a Cataluña, por poner un ejemplo. Un coloso.
Todo hay que decirlo, frente al presidente también hay que sacarse el sombrero, el hombre es de teflón, lo que le tires no se le pega. Hasta la desgracia ajena, de tan oportuna, le conviene
Se detona el estado español en su conjunto y el presidente de lo más contento por un oro olímpico. Pero si el oro olímpico es poco y nada para él, que hay que darle una medalla del material que están hechos los cohetes de Elon Musk, así todo queda entre inventores de cohetes. Por favor.
Ahora bien, todo hay que decirlo, frente al presidente también hay que sacarse el sombrero, el hombre es de teflón, lo que le tires no se le pega. Hasta la desgracia ajena, de tan oportuna, le conviene.
A su audaz plan para permanecer en el poder a cualquier precio lo está beneficiando lo que pasa en los regímenes en los que se ha inspirado y que ya se estrellaron o se están estrellando.
Sus mismas ideas, aplicadas en la Argentina o Venezuela, vienen haciendo agua y sus ocasos se ven tan dramáticos que, de paso, eclipsan el drama que protagoniza el jefe y su familia más cercana. Y desvían la atención del desguace a mansalva de lo que era España.
La Argentina reaccionó por los pelos de la forma más insólita y su recuperación, si la logra, será lenta y dolorosa. Hoy de allí le llegan a Sánchez noticias nefastas, pero muy efectivas a la hora de armar cotilleos de verano.
Tráigalo usted a Maduro también de una vez, que se quede en Galapagar o en lo de Zapatero mientras le encontramos algo, pero hágalo inmediatamente
Alberto Fernández, su amigo hasta hace nada, está siendo investigado por una corrupción escandalosa y su mujer irrumpe en las redes golpeada con crueldad y saña enfermiza.
Desde Venezuela también llegan las redes cargadas de vídeos de fraudes y secuestros, violencia, torturas y todos los crímenes imaginables para sostener el narcoestado más rico del mundo.
Hasta tiene Sánchez a un ex presidente de su mismo partido pidiendo que no muestren las actas, y pregonando que Maduro es bueno y que a él nunca lo ha golpeado ni torturado y eso que pasa allí buena parte de su tiempo.
Pues a Sánchez no le importa, hoy no hay elecciones en España, ni las habrá mientras él pueda evitarlas. Lo cierto es que hasta le viene bien que todo suceda al unísono porque, a fin de cuentas, lo que provoca la debacle maloliente de sus amigos bolivarianos es una tremenda confusión.
Las noticias se agolpan, los diálogos se cruzan, los insultos se multiplican desde todas las partes hacia todas la otras, y yo no sé sobre qué cuernos escribir.
Así que, por favor, le pido Sr. Sánchez, ya ha metido a Alberto y a su sparring Fabiola en Madrid. Ayuso seguramente estará encantada. Tráigalo usted a Maduro también de una vez, que se quede en Galapagar o en lo de Zapatero mientras le encontramos algo, pero hágalo inmediatamente.
Anímese, si llega a salir mal lo hacemos escapar por Cataluña.
A la altura de un libertador
Está perdiendo usted la oportunidad de aclararnos las cosas y de tomar la altura, ya no de estadista o de basquetbolista que las tiene, sino la de un libertador.
Imagínese todas las estatuas derrumbadas de Maduro reemplazadas por unas suyas, mejor hechas, claro está. Piense que le costaría mucho lograr algo así aquí en España, pero lo tiene a tiro de piedra en Venezuela.
Si no es mucho pedir, me lo trae esta misma semana, así de paso ya tendría yo un súper tema para mi columna semanal en Vozpópuli.