TONIA ETXARRI, EL CORREO – 12/01/15
· En Euskadi no tendría sentido una manifestación unitaria contra el terrorismo mientras EH Bildu siga sin desmarcarse de la historia de ETA.
La manifestación multitudinaria de ayer para rechazar el terrorismo yihadista convirtió a París, por unas horas, en la capital del mundo de la resistencia al fundamentalismo. Cientos de miles de personas de toda clase y condición que mostraban su rechazo a los últimos crímenes parecían estar celebrando una catarsis colectiva después de los tres días de aislamiento y miedo que habían padecido. La preocupación por los planes de los radicales islamistas por seguir atacando a Occidente no se disipaba.
Pero, por unas horas, la capital gala parecía el epicentro de aquella fiesta que llegó a glosar Mireille Mathieu en su emblemática canción ‘Paris en colère’. Una canción que, en su referencia a la liberación de la ciudad tras la ocupación nazi, decía que «después de la tempestad, después del miedo y el frío, París está de fiesta y París llora de alegría», «/après la tempête/ après la peur et le froid/ Paris est en fête/ et Paris pleure de joie».
Habrá que ver si después de la gran manifestación cívica los responsables políticos están a la altura de las circunstancias a la hora de cambiar algunas normas relajadas del juego y de comportarse de forma unitaria para que los enemigos de la libertad no puedan avanzar con la facilidad con que lo han hecho hasta llegar a la misma redacción de ‘Charlie Hebdo’.
Y ahí empezarán, seguramente, las dificultades. Desde que los terroristas islamistas provocaron la matanza en el semanario parisino, nos encontramos sumidos en la niebla de un debate espeso y recurrente, que nos retrotrae a otras épocas sangrientas que hemos padecido en nuestro país. Suele ocurrir que después de la primera reacción de unidad frente a la barbarie, nuestros políticos se pierden en la búsqueda del culpable. Y afloran las miserias partidistas. Y los intereses electorales.
Con este golpe que los yihadistas han dado a Europa, a través de Francia, los primeros comentarios de observadores y ciudadanos de nuestro país expresaban un sentimiento de cierta envidia sana hacia la clase política francesa porque, lejos de cuestionar al gobierno y criticar los fallos de seguridad, que en efecto se produjeron, hicieron piña para manifestar su indignación por lo importante. Que unos salvajes no soportan la libertad de crítica, sátira y humor y en nombre de Alá han decidido seguir con su empeño en someter a los «infieles» de Occidente. Pero la unidad política duró sólo hasta que la dirigente del Frente Nacional, Marie le Pen, se sintió excluida de la convocatoria. Ella y sus seis millones de votantes. Una exclusión que tan sólo entendieron los que se preguntan quién se podría beneficiar en los próximos comicios de la indignación contra los terroristas islámicos.
En Euskadi, hoy por hoy, no tendría sentido esperar una manifestación unitaria contra el terrorismo. Porque el segundo partido del panel parlamentario, representado por los herederos de Batasuna sigue sin condenar la trayectoria de ETA y sin hacer referencia a nada que pueda salpicar su versión de la historia. Y por su culpa, el Parlamento vasco no pudo unirse a la oleada de comunicados de todo el mundo contra la matanza. Todo un récord para sentirse orgulloso. EH Bildu impidió esa declaración institucional, propuesta por los socialistas. Bastante ocupados están en ‘tunear’ el pasado de quienes mataron a 858 ciudadanos y en llamar «presos políticos» a los reclusos que han cometido delitos de terrorismo, mientras sus víctimas esperan un relato verídico de lo que aquí ocurrió durante cinco décadas. Sin que los terroristas queden dibujados en una viñeta como los integrantes de uno de los dos bandos inexistentes.
En estos días en los que los medios de comunicación y las redes sociales se han convertido en un contenedor de desahogos políticos y emocionales, vuelven a cometer los mismos errores quienes hablan de «enfrentamiento entre Oriente y Occidente». Porque en la «infiel» Occidente, muy pocos conocían la existencia de Al-Qaida y sus ‘Bin Laden’ hasta que el mundo entero contempló horrorizado cómo estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas aquel 11 de setiembre de 2001 de infausto recuerdo.
A pesar de los avisos constantes de la polémica y brillante periodista Oriana Fallaci. Que denunció la arrogancia islamista después de haber entrevistado a tantos de sus dirigentes. Nos apercibió de su ofensiva contra Occidente. Nos auguró el fracaso de las políticas de integración hacia unas comunidades cuyos líderes espirituales estaban predicando justamente en dirección contraria. Un año después de aquel atentado, Oriana Fallaci publicó su libro ‘La rabia y el orgullo’. Al principio, se lo rifaron en las librerías francesas. Pero poco a poco, muchos libreros atemorizados se vieron obligados a venderlo a escondidas. La presión de los radicales islamistas hizo su mella. Nos advirtió de que el proyecto de «Eurabia» avanzaba lenta y sólidamente para dejarnos su sentencia cincelada sobre mármol: «el colaboracionismo nace casi siempre del miedo».
Después de la manifestación de ayer en París cabe esperar que Europa, tan dubitativa casi siempre y desunida muchas veces, comience a sentar las bases de un combate contra los enemigos de la democracia, la libertad y el progreso.
A quienes se sienten ofendidos por una caricaturización de su religión pero soportan la imagen de los ciudadanos degollados ante las cámaras de televisión, hay que decirles que las ofensas se denuncian en los tribunales. En la Edad Media, no. Pero en democracia tenemos esa suerte. Después de ayer, cabe esperar más decisión política. Que no se busquen excusas para entender, y justificar, la rabia de los asesinos. Y que las llamadas a la tolerancia y al respeto no estén ocultando el miedo que todos llevamos dentro.
TONIA ETXARRI, EL CORREO – 12/01/15