Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 4/7/12
A un dentro de la extrema gravedad de la situación española, los datos sobre la evolución del paro en junio suponen, por varias razones, un claro rayo de esperanza: porque el descenso del paro registrado (98.853 personas, el 2,10 %) supone la mejor cifra en junio desde que hay series al respecto, es decir, en los 16 últimos años; porque el paro baja por tercer mes consecutivo; porque baja en todas las comunidades (principalmente en Baleares, Castilla y León, Cantabria, Aragón y Galicia); porque, exceptuada la agricultura (donde sube en 1.182 personas), el paro cae en todos los sectores: servicios: 52.654; construcción: 17.124; industria: 9.970; y colectivo sin empleo anterior (20.287); porque la diferencia de la caída del paro entre hombres (2,26 %) y mujeres (1,94 %) es reducida; porque la bajada es muy notable entre los jóvenes menores de 25 años (7,61 %); y, en fin, porque no solo cae el paro sino que mejora la afiliación a la Seguridad Social, con 31.332 ocupados más frente al mes de mayo (el 0,18 %), lo que nos sitúa en torno a los 17 millones de empleados, cifra que marca el límite de un sistema económicamente sostenible.
Es verdad, por supuesto, que todo ello no equivale en la esfera del empleo al rotundo 4-0 frente a Italia en las lides futbolísticas, pues existen otras cifras que obligan a matizar el optimismo que se deriva de las citadas previamente: sobre todo que en términos plurianuales (de junio del 2011 a junio de este año) el paro sube en 493.468 personas, pues los avances de los tres últimos meses no permiten corregir la galopante destrucción de empleo durante los nueve precedentes.
Pero lo llamativo no es que, ante datos positivos, quepa -y deba- verse la cara negativa para no caer en aquel optimismo insensato de los Gobiernos del zapaterismo, sino que los mismos analistas y políticos que cuando los datos son malos echan toda la carne en el asador para poner de relieve que vamos al desastre, guarden silencio o se hagan los remolones para decir una palabra en positivo si no son tan malos o son buenos.
Y es que, más allá de los intereses de partido, que impiden reconocer los méritos del contrario, aunque esos méritos se traduzcan en una mejora -todo lo relativa que se quiera- de la situación del empleo y, por ende, de la economía, un arrasador pesimismo parece haber anegado la esperanza de los españoles de levantar cabeza y emerger del pozo en el que estamos. Un pozo, conviene recordarlo, del que no saldremos de la noche a la mañana sino a base de pasos, pequeños pero continuos, en la buena dirección. Eso, y no otra cosa, es lo que significan los últimos datos sobre empleo, por más que los que hablaron tan mal de los de mayo no se molestarán ahora en hacerlo, en la misma medida, bien de los de junio.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 4/7/12