SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO
A los marqueses de Galapagar se les empiezan a torcer los planes. Es verdad que en un tiempo récord se han hecho una familia numerosa y se han comprado un chaletón muy cuco, pero su razón empresarial está viviendo sus horas bajas, aunque para pagar la hipoteca a esta pareja feliz le basta con colocarse en puestos de salida.
Se les habían empezado a torcer hace ya tiempo, a medida que Pablo Iglesias iba limpiando Podemos de excrecencias. Primero fue Monedero, aunque esto no fuese por gusto sino por sus líos con Hacienda. Pero luego fueron cayendo en cascada todos los cofundadores del partido: Carolina Bescansa, Sergio Pascual, Luis Alegre, Tania Sánchez, Íñigo Errejón y Rita Maestre.
Lo de Errejón se veía venir. Él y Pablo Iglesias componían un dúo extraordinario, una pareja fantástica para el cásting de una película basada en una novela de Dickens. Oliver y Fagin. Uno ya había confesado una querencia por el vilipendiado bipartidismo, aunque al doctor Sánchez le falten hechuras alemanas. Él no es como Schröeder, que no vaciló en impulsar una grosskoalition con Merkel para no gobernar con Oskar Lafontaine, antiguo socialdemócrata radicalizado en Die Linke (La Izquierda). El doctor explicó en el Congreso con cierto deje admirativo que los ministros alemanes a los que se les detectan plagios en sus tesis doctorales dimiten, consejos vendo y para mí no tengo.
El bipartidismo en España vino a ser cuestionado por dos partidos emergentes: Ciudadanos y Podemos. Luego apareció un quinto partido, Vox, y la ruptura de Podemos que dio lugar a la aparición de Más Madrid, a un sexto. Puede que haya aún otra si Alberto Garzón quisiera volar solo. Siete líderes serían un número redondo para la idea que Sánchez (y su Mateo) tienen de los debates. Es además un número cabalístico: siete eran los enanitos de Blancanieves, siete los cabritillos del cuento y ya más crecidos, también eran siete los hijos de Pujol y Marta Ferrusola. Al doctor le va más el mogollón, el camuflaje en la multitud. En el cara a cara pierde mucho, recuerden las primarias que le enfrentaron a Patxi López, cuando el vasco le dijo: «Pero, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?»
Bueno, a lo que vamos, que Errejón se presenta y lo hace con el mismo espíritu de todos los regeneradores anteriores: Albert Rivera muestra menos interés en ganar las elecciones que en quitarle a Casado el título de líder de la oposición. Iglesias se postulaba para presidente del Gobierno y llegó a confesar a Évole que si no ganaba las elecciones en 2015, lo dejaría. César o nada. Errejón va a concurrir y todo hace pensar que lo hace en colusión con Pedro Sánchez, cuyo primer objetivo es anular a Pablo Iglesias. Lo de Compromís es un dato, lo de Teresa Rodríguez es un principio de insurrección que Iglesias no admite. Entendámonos: Sánchez lo que quiere es revalidar su colchón en La Moncloa, pero a él con sus objetivos le pasa lo mismo que a los chinos con las contradicciones: está el objetivo principal, que es el poder, pero el objetivo en primer plano es fumigar a Iglesias y a eso le va a ayudar disciplinadamente Íñigo Errejón antes de entrar en la casa grande de la izquierda.