EL PAÍS 06/05/16
EDITORIAL
· El intervencionismo de la Generalitat arruina el prestigio y el capital intelectual de las instituciones públicas
En su afán por sobreactuar en la escena internacional, el Gobierno catalán corre el riesgo de hacer el ridículo, como acaba de ocurrir con el primer viaje oficial del presidente Carles Puigdemont a Bruselas, por invitación del Gobierno de Flandes. Puigdemont quería dar idea de que Cataluña cuenta en Europa manteniendo contactos al más alto nivel, pero ni el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ni el del Parlamento, Martin Schulz, encontraron hueco en su agenda para recibirle.
El revés no pasaría de ser una anécdota en el amplio mundo de las relaciones internacionales, si no fuera porque otras iniciativas adoptadas por el Gobierno de Junts pel Sí revelan un afán de intervencionismo e instrumentalización capaz de malbaratar el prestigio y el capital intelectual de entidades e instituciones que son de todos. Esta vez la víctima es el CIDOB, el prestigioso think tank barcelonés dedicado a las relaciones internacionales, sometido a un relevo en su presidencia cuyo objetivo es convertirlo en un instrumento de la proyección exterior de la causa independentista.
Los propósitos partidistas se han conocido por la renuncia del actual presidente Carles Gasóliba a repetir un nuevo mandato en desacuerdo con el nuevo rumbo que el conseller Raül Romeva quiere dar a la institución. Pese a sus impecables credenciales nacionalistas como fundador de Convergència y de su experiencia como eurodiputado y presidente del Patronato Catalán para Europa, Gasóliba no ha logrado convencer a los patronos nombrados por el Gobierno de que era preciso mantener la línea plural y abierta que ha convertido al CIDOB en el think tank español mejor valorado en las clasificaciones internacionales. Además de cambiar el rumbo, la decisión pone también en cuestión el modelo de consorcio que rige el organismo, con presencia de diferentes instituciones, entre ellas el Ministerio de Exteriores.