ABC 28/10/13
DAVID GISTAU
La presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, hizo ayer un inmenso favor a Mariano Rajoy. Con que hubiera incorporado a su discurso un solo renglón que hiciera chispa, el ambiente en los Jardines del Descubrimiento, volátil en su predisposición contra el Gobierno, en la sensación de orfandad que muchos asociaron sin ambages con la palabra traición, habría fluido hacia una ruptura demoledora para el PP y para su monopolio de la causa moral de las víctimas. Pedraza hizo referencias a los errores «por omisión». Atribuyó a las asociaciones de víctimas la condición de último dique de contención de la dignidad, como si el Estado y los partidos políticos hubieran dejado de serlo después de una gran deserción sincronizada. Pero no llegó a colisionar explícitamente con Rajoy como sí lo hizo con Estrasburgo o Zapatero, e incluso mandó callar a algunos de los asistentes más temperamentales que afeaban al presidente su ausencia y lo acusaban a voz en grito de traidor.
Ataques al PP «¡Vosotros no! ¡ Jaime Mayor y María San Gil!», gritaron algunos a Oyarzábal
El paisaje humano recordaba al de las grandes movilizaciones contra Zapatero, sólo que con algunos roles políticos cambiados. Quién sabe, si no cambia la tendencia sentimental, si no será el PP de Génova el que acabará buscando en estas muchedumbres alguna bandera invalidante sobre la que cerrar el zoom de la cámara. Pedraza logró que el escenario, emocionalmente roto después de los escalofriantes relatos personales de algunas víctimas, no irradiara hostilidad a Moncloa y Génova. Pero ésta era perceptible entre el gentío. Los representantes del oficialismo, como Arenas, Floriano y Pons, se expusieron lo menos posible, permanecieron casi ocultos en un corralito que los separaba de la masa de la concentración. Aun así, tuvieron que soportar una penitencia de insultos en lo que tardaron en transitar por un corredor vallado que empezaba en la esquina de Jorge Juan. Iban cabizbajos, atónitos. Los increparon hasta jóvenes miembros de la seguridad de la AVT que iban vestidos con chalecos reflectantes. Mucha más saña hubo con Oyarzábal o todo lo que evocara el PP vasco. A todos ellos, la primera línea de la concentración les gritaba: «¡Qué mierda de derecha!», «¡Vosotros no! ¡Jaime Mayor y María San Gil!». Y entonces apareció Jaime Mayor, aclamado como si su sola presencia hubiera alterado las energías negativas del auditorio.
Cada vez está menos soterrada la posibilidad de que el PP se parta en dos mitades antagónicas como consecuencia de los grandes asuntos no económicos que tienen a Rajoy abrumado, reaccionando apenas para hacer maniobras de salón como las que le permitieron controlar los daños en la concentración de Colón mediante entrevistas apaciguadoras en Moncloa. El descontento interno se hace evidente con imágenes como la de Consuelo Ordóñez, hermana de uno de los ausentes más sentidos del PP, cuando ingresó en la plaza portando en alto, con rictus procesional, una pancarta que echaba la culpa indistintamente a los gobiernos del PSOE y el PP. Al PPSOE, por emplear el híbrido de siglas que ha hecho fortuna extramuros del bipartidismo. La escalada verbal y la tensión son tales, que, ayer, un diputado del oficialismo le dijo a un compañero crítico que lo que quieren él y los suyos es un golpe con los tanques en la calle: que ese anhelo está detrás de la oposición interna a Rajoy.
La salida fue aún más difícil para los cargos de Génova. Se repitió la increpación a lo largo de todo el pasillo, con el agravante de que, al final, en la esquina de Serrano y Jorge Juan, aguardaban sin mezclarse un grupúsculo de extrema derecha y algunos miembros de VCT que exploraron formas más groseras del insulto y gritaron los lemas más hirientes de la mañana: «¡Rajoy, marioneta, te va a votar la ETA!».
Ay, si Pedraza llega a encender aunque sólo fuera una chispa…