Antonio Rivera-El Correo

Empieza la campaña para los socialistas con la previsión de repetir o de mejorar un poco sus resultados actuales, y con la de ser decisivos en la elección de gobierno. Desde lejos (Madrid) se ha visto como ganar un partido sin bajar del autobús: a poco que se haga, tu posición resulta privilegiada, pero harían mal los de Andueza en afrontar la campaña de forma tan desahogada.

El punto de partida (diez diputados) es casi récord negativo en el histórico del Parlamento vasco. Su distancia con su posible socio de gobierno es también superlativa. Su condición reciente de partido mochila, necesario y accesorio a la vez, desvanece su futuro como opción alternativa. Sus puntuales éxitos aquí en procesos nacionales se deben cada vez más al voto del telediario, lo que acentúa su carácter de sucursal respecto de su partido continente (el PSOE).

Su electorado, cada vez más generacional (si no mayor), sufre un desgaste político y de convicción superior al biológico. Para el otro, para el joven, simplemente no aparece entre las ofertas disponibles. Y todo cuando hablamos de la formación que en las encuestas genera menor rechazo (junto con el PNV). Si un partido político es un instrumento para canalizar la acción de un sector de la ciudadanía, hay cierta disfunción entre las posibles dimensiones y realidad de uno y otro.

Frente a lo que parezca, la presente ocasión es aún más amenazante. La pugna y empate entre nacionalistas saca de la escena al PSE; su lema de ‘cambia de guion’ resulta extemporáneo cuando el tono de la confrontación ya está establecido. El que usarán desde hoy –’Vota al que decide’– no es mejor. Sabiendo que has optado por uno de los dos ganadores, lo propio es engordar a este para que resuelva con holgura su combate particular y necesite lo menos de ti. Si la opción es que te fuercen a apoyar a Bildu, lo lógico es votar abertzale o, por reacción y rechazo, Partido Popular.

En tanto que se discute qué nacionalista ganará, el debate de propuestas es poco atractivo, por lo que mejor no insistir por ahí. Las elecciones catalanas te han retirado incluso del reñidero nacional, porque lo que pase aquí no incidirá tanto en Madrid y su gobierno.

Y el pulso particular con el PP resulta en Euskadi asunto de segunda de tan miserable que es en sus números, aunque la expectativa de un empate excite en Génova y entre sus corifeos mediáticos.

Si no están atentos, los socialistas pueden salir todavía peor que como entran en campaña. Eso sí, serán decisivos si el PNV aguanta el tirón. Y su expectativa para los cuatro próximos años volverá a ser ir de acompañante. Resulta poco estimulante, la verdad. Quizás el PSE necesite preguntarse de una vez qué quiere ser de mayor y obrar en consecuencia, mirar hacia afuera, a lo que representa, y dejar de justificarse por sus necesidades internas (la vasca y la española).