Santiago González-El Mundo
Adriana Lastra es una criatura que resume en sí misma la degradación del PSOE, un partido que ha tenido como portavoces en el Congreso a gentes como Eduardo Martín Toval, Carlos Solchaga, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Borrell cuando este nos hacía creer a tantos que podíamos esperar algo de él. El último chispazo de sensatez, cosa de la comparanza, fue Soraya Rodríguez, que perdió su escaño por no transigir con la fantasía del relator. Antes Sánchez la había sustituido en la portavocía del Congreso por gentes de su estilo y su nivel –el increíble Ábalos, Margarita, que fue mala portavoz pero tenía estudios– para ir a acabar en esta ni-nique que responde al nombre, tan ajustado, de Lastra. No hay que sorprenderse de que le haya copiado a Rufián su insulto a Borrell (hooligan) para descalificar a una gran presidenta de la Cámara: Ana Pastor Julián.
A Lastra no le parece mal que el Gobierno suministre información al partido para zurrarle a la oposición: «Es completamente normal y natural que haya coordinación en el Gobierno, que cuando el presidente del Gobierno tiene un debate en el Parlamento se preparen argumentos en defensa de la gestión del Gobierno y también en este caso argumentos para atacar a la oposición por intentar bloquear la iniciativa legislativa del Gobierno».
Mi admirable indocumentada: su presidente no va a defender la gestión del Gobierno ningún miércoles en ningún Parlamento porque está disuelto. Esa información era para el argumentario de campaña de los candidatos, carne de mitin. La inspiradora del proyecto fue, no podía ser otra, Carmen Calvo. Si el dinero público no es de nadie, muy bien podría suceder que el Gobierno es de quien se lo encuentra, de cualquier Sánchez. El Gobierno es la Iglesia triunfante, o sea, Pedro, mientras el partido está entre la iglesia militante y la purgante, digamos Adriana Lastra y Carmen Calvo.
Adivinen ahora quien es el ministro más aventajado en el cumplimiento de órdenes tan descabelladas. Es difícil incluso en tiempos como estos, a pesar de lo escrito más arriba, pero estamos hablando de José Borrell Fontelles, el Bautista cuya cabeza le pidieron al doctor sus socios nacionalistas en bandeja de plata, vale decir en la lista de las europeas. Todos los Ministerios habían recibido el correo electrónico de Andrea Gavela, la jefa de Gabinete del jefe de Gabinete, qué hermosa redundancia para un cargo institucional: «Enviadnos argumentos de ataque frente a otros partidos, sobre todo el PP», pero el que más remango mostró para cumplir la orden fue el de Asuntos Exteriores.
También fue Exteriores el Ministerio que tuvo la malhadada ocurrencia de imponer a todo el cuerpo diplomático un logotipo conmemorativo de los 80 años del exilio republicano, diseño tricolor, con los colores de la bandera republicana. Precisamente ahora, que el doctor Plagios había acertado con los colores que corresponden a la España que él encarna en sus ofrendas ante las tumbas de Manuel Azaña y Antonio Machado, va este hombre cuyo último libro es recomendable, Las cuentas y los cuentos de la independencia y viene a reverdecer su brote de acné republicano. A sus años.