ABC 29/11/14
· La presión nacionalista se acentúa y desemboca en amenazas de multas a medios no afines y persecución de símbolos de la cultura española
Como una ola que todo lo barre, el nacionalismo, al menos en su expresión más visible, se ha hecho hegemómico en Cataluña. El proceso soberanista que arrancó de manera «oficial» con la Diada del 11 de septiembre de 2012 se ha hecho omnipresente a todos los niveles: en los medios de comunicación, en las instituciones, en el espacio público… ganando espacio y aumentando la presión sobre la Cataluña que vive ajena al «proceso». Las indicaciones de la Generalitat al Consejo del Audiovisual (CAC) para que inicie el proceso sancionador contra las emisoras que se negaron a emitir «spots» informativos de la consulta del 9-N es la última expresión de un modo de hacer que partidos como PP y C’s, así como las asociaciones civiles que combaten esta dinámica, no dudan en calificar de «totalitaria».
La presión nacionalista ha llegado incluso hasta los sitios más inverosímiles, como las tiendas de «souvenirs». La reciente prohibición por parte del Ayuntamiento de Tarragona (PSC) de que en las tiendas de recuerdos para turistas se exhiban de manera visible objetos no relacionados con la cultura catalana es para muchos el ejemplo de que cierta visión nacionalista ha calado de manera definitiva. «Lo de los souvenirs es una estupidez colosal. Es obvio. Alguien puede calificarlo de anecdótico, de pintoresco, pero es muy significativo de cómo hay cosas que en Cataluña se dan como asumidas y no lo son en absoluto», explica a este diario un abogado precisamente de Tarragona al analizar la normativa del Consistorio.
En este contexto, políticos como Alicia Sánchez-Camacho (PPC) y Albert Rivera (Ciudadanos) no se han cansado de denunciar lo que consideran es una peligrosa pretensión hegemónica por parte del nacionalismo catalán, una dinámica asociada por lo general a un recorte, aseguran, en el ámbito de las libertades personales. «Hay una pretensión de uniformizar a los catalanes bajo la idea de un solo pueblo», explica la líder de los populares en Cataluña. CiU, añade Sánchez-Camacho, representa un «totalitarismo de pensamiento único».
La lectura que desde el nacionalimo se ha hecho de las manifestaciones en las últimas «diadas» (2012, 2013 y 2014) es indicativo de una manera unidireccional de ver las cosas. Al respecto, y sin negar que dichas manifestaciones fueron masivas, los partidos no nacionalistas denuncian que esas demostraciones de fuerza no pueden usarse para calificar de hegemónico el movimiento soberanista. «Es cierto que el independentismo está muy movilizado, que es muy activo en las redes sociales, pero pretender que por ello es mayoritario es una equivocación», explican.
Más allá de las lecturas interesadas sobre las manifestaciones de la Diada, o sobre la participación en la pseudo consulta del 9-N, desde asociaciones como Convivencia Cívica Catalana siempre se ha puesto el acento en que la pretensión hegemónica del nacionalismo no es reciente. Del mismo modo que tampoco se circunscribe a la acción política convencional. Se señala por ejemplo el goteo de prohibiciones, reglamentaciones o sugerencias que tratan de imponer una Cataluña uniforme: la rotulación obligatoria en catalán en los comercios, la inmersión en las escuelas, una determinada manera de enseñar la historia… Una cartel rotulado en catalán
Cuando en 2010 por ejemplo el Parlamento catalán prohibió las corridas de toros en Cataluña, los partidarios de la Fiesta, y otros que no eran aficionados pero se sintieron concernidos, hablaron con rotundidad de un ataque la «libertad».
«Plural y abierta»
Ayer mismo, otra entidad en contra del soberanismo como Sociedad Civil Catalana recordaba como el pasado 11 de septiembre reivindicaba una Cataluña que defienden como una sociedad «plural y abierta», muy lejos de la visión única que propugna el nacionalismo. En línea similar se expresaba el portavoz de Ciudadanos, Matías Alonso, alertando de la respuesta «populista» de Artur Mas tras la prohibición del 9-N: «El populismo, demasiado a menudo, desemboca en totalitarismo, como demuestran muchos ejemplos en la historia».
Unos y otros, además, denuncian que esta política se lleva a cabo con una gran generosidad en el manejo de los presupuestos públicos, Según cálculos de los partidos, la Generalitat habría destinado desde 2011 casi 400 millones a gastos calificados de «identitarios».