LORENA GIL-El Correo
Mañana se cumplen 35 años del asesinato del exmiembro de ETA Mikel Solaun a manos de quienes fueron sus compañeros
1970. Mikel Solaun, arriba a la izquierda, lideró desde dentro la fuga de la cárcel de Basauri, en la que lograron escapar diez miembros de ETA (en la imagen) y cinco presos comunes. /
1970. Mikel Solaun, arriba a la izquierda, lideró desde dentro la fuga de la cárcel de Basauri, en la que lograron escapar diez miembros de ETA (en la imagen) y cinco presos comunes. /
Hay quienes consideran el asesinato a manos de ETA de Mikel Solaun como el precedente del caso de María Dolores González Katarain. Su atentado se produjo dos años antes que el de ‘Yoyes’. Fue el 4 de febrero de hace 35 años. Solaun engrosó las filas de la banda en los sesenta, pero ya en democracia se desvinculó de la organización terrorista y se dedicó a su trabajo en una empresa de construcción Q.uienes fueron sus compañeros le arrebataron la vida mientras tomaba un café en un bar de Algorta. Delante estaban su mujer y sus dos hijas.
Su historia podría decirse que tiene retazos propios de la novela negra. Pero nada más cerca, que no lejos, de la realidad. Mikel Solaun Angulo era un ingeniero industrial que se sumó a ETA durante el franquismo. Fue detenido en 1969 y encarcelado en la prisión de Basauri. Desde dentro organizó un año después la célebre fuga que le permitió escapar junto con otros nueve etarras. «Era una zona en la que solía haber mucha niebla, así que en un principio pensamos en utilizar la técnica de la tirolina para que salieran desde el tejado de la cárcel. En el puerto de Ondarroa nos hicieron un juego de poleas y me gasté una fortuna en sierras de pelo para que fueran cortando los barrotes. Las metíamos en cartones de leche. Pero luego se cambió de estrategia», relata Javier Elorrieta, exmiembro de la banda terrorista que lideró la fuga desde el exterior. Desde el patio de cocina se excavó un túnel con la ayuda de varios presos comunes –cinco escaparon también ese día–. «Nos pidieron a cambio de sumarse a la fuga 300.000 pesetas, que entonces era mucho dinero, y garantía de paso a Francia, donde habría que gestionar el asilo. Finalmente conseguimos reunir 100.000 gracias a Ayuda Patriótica Vasca», rememora Elorrieta.
Solaun huyó al país galo y no regresó a Euskadi hasta 1977, tras beneficiarse de la amnistía. «Se había desvinculado de ETA, no quería tener nada que ver ya con ellos y su intención era rehacer su vida», aseguran desde su entorno. Ingeniero de profesión, se dedicó a su trabajo en una constructora, de la que era gerente. Uno de los proyectos que cayó en sus manos fue la edificación de un grupo de viviendas en Algorta que luego fue vendido al Gobierno para incorporarlo a la futura casa cuartel de la Guardia Civil. En 1981, ETA-m coaccionó a Mikel Solaun para que colocara una bomba de cincuenta kilogramos de goma-2 en su interior, con vistas a llevar a cabo un atentado indiscriminado el día de la inauguración, a la que iban a acudir diversas autoridades. «Fui conminado por ETA a colaborar y prestar toda la ayuda que me pidieron y me exigieron, so pena de aparecer como un traidor ante ellos y correr la suerte que tuvieron mis amigos», confesaba en una carta personal que salió a la luz después de su asesinato.
Tras fugarse de la cárcel de Basauri en 1970, huyó a Francia. Regresó a Euskadi tras la amnistía
Solaun no conectó los explosivos al sistema eléctrico porque, dijo, «no soy un asesino». Hizo una llamada anónima a la Policía avisando de la colocación de la carga, oculta en un falso techo. Evitó una masacre. A posteriori, detuvieron al comando que instaló la bomba, pero también al propio Solaun. Fue acusado de colaborar con la banda terrorista y condenado a cuatro años de cárcel.
Ayuda de los ‘polimilis’
Ya en la prisión de Soria, otros internos de la rama militar de ETA le dieron una paliza. Lo consideraron un «traidor». El balance, según una de las cartas que escribió en la cárcel, fue «una costilla rota por dos sitios, tres brechas en la cabeza que necesitaron trece puntos de sutura, una herida en la muñeca y golpes por todo el cuerpo». Mikel Solaun tuvo que ser protegido por otros reclusos de los ‘polimilis’ para que la cosa no fuera a mayores. Gracias a la mediación del parlamentario de Euskadiko Ezkerra Juan Mari Bandrés, quien sostuvo que la actuación de Solaun al permitir la instalación del explosivo en la casa cuartel se produjo debido las amenazas de la banda terrorista, fue finalmente indultado. Desde entonces, empezó a vivir «semioculto», mientras buscaba trabajo fuera de Euskadi.
Gerente de una constructora, ETA-m le coaccionó para colocar una bomba en una obra
«Pasabas más miedo cuando te ibas de ETA que mientras estabas dentro», asume Javier Elorrieta, que siguió el mismo camino que Solaun y se desvinculó de la organización –debido a este paso tuvo que vivir con escolta durante seis años–. Cuatro días antes del atentado, la víctima coincidió con varios exmilitantes de la banda en un mítico bar de copas de Bilbao. «¿Qué vas a hacer?», le preguntaron. «Nos comentó que tenía pensado irse a Venezuela», revelan. «No podía seguir así. Por él, pero sobre todo por su familia».
Aquel mediodía del 4 de febrero de 1984, Mikel Solaun, de 39 años, tomaba una consumición junto a su mujer y sus dos hijas en una cafetería de Algorta. Dos miembros de la banda lo identificaron en el establecimiento. Acto seguido, le dispararon con sus pistolas. Fue trasladado al hospital de Cruces, donde ingresó cadáver. ETA-m reivindicó el asesinato calificando a la víctima de «colaborador de la policía». Fue «un mensaje para todos aquellos que buscan –advirtieron– una salida personal a su situación». Un año después, la Audiencia Nacional condenó a 27 años de cárcel a los etarras Juan Manuel Piriz y Juan Manuel González como autores materiales del atentado. Durante el juicio se les preguntó por qué lo habían hecho. «Todo traidor en una guerra debe ser ejecutado», respondieron.