- Todas las teclas contribuyen al himno en construcción, el de la segura victoria sobre el Gobierno ilegítimo de Sánchez, cueste lo que cueste
Cuando se rompe el marco de convivencia, la seguridad jurídica y la igualdad ante la ley, cuando te quieren dejar sin jueces independientes, cuando el objetivo principal del Gobierno es levantar un muro que impida la alternancia política, cuando los medios públicos y los medios cómplices del presidente ilegítimo colaboran en tales planes, cuando nuestra historia vuelve a romperse por unas siglas que ya la habían roto antes, parece que, en efecto, pesara sobre España una maldición. Es entonces cuando nos vemos obligados a reaccionar los que no estamos dispuestos a que acaben con la Constitución, a que la deroguen de facto, a que le hagan decir lo contrario de lo que dice porque el gran traidor ha colocado a sus peones, constructivistas jurídicos (ja), en los lugares clave.
Los demócratas (se nos distingue porque los medios golpistas nos llaman «extrema derecha») no deberíamos perder ni un segundo defendiéndonos de los ataques de una izquierda podrida en sus ideas y asilvestrada en sus actos. Ni un instante para los fatalismos, que son contagiosos. En primer lugar, tomemos conciencia de que vamos a ganar. Después, todas nuestras energías deben dirigirse a denunciar lo denunciable, a presionar con argumentos ante la opinión libre y ante las instancias no contaminadas por el gran traidor, como las europeas. Cada cual, al tocar su tecla, contribuye a crear el himno contra el golpe socialcomunista y separatista. Si solo miras su tecla, te parecerá que es inútil, que es demasiado poderoso el enemigo. Enemigo, sí, pues así nos ha querido el gran traidor: no adversarios sino enemigos; cuando te declaran la guerra estás en guerra, y sigues estándolo aunque no quieras y escondas la cabeza bajo el embozo de la cama. No me molesten que estoy durmiendo. La historia de España va llena de políticos justos pero demasiado lentos para entender lo que entiende a la primera la gente del común.
Todas las teclas contribuyen al himno en construcción, el de la segura victoria sobre el Gobierno ilegítimo de Sánchez, cueste lo que cueste. Pasado mañana tenemos la ocasión de tocar un montón de teclas a la vez, con resultado armónico y alentador: la huelga general. Que la iniciativa haya partido del sindicato más joven no es casual. Los viejos sindicatos, hermanos del PSOE y del PCE, tuvieron momentos de enorme dignidad: Marcelino Camacho defendiendo la amnistía del 77, contraria a la que viene: aquella sellaba un cambio de régimen virtuoso, esta una viciosa involución; Nicolás Redondo le montó una huelga general al hombre que él mismo había colocado al frente del PSOE en Suresnes. Hoy esos sindicatos son afines al golpe y están a por gambas. Solidaridad convoca la huelga general del 24-N. No hay que ser un lince para entender que arrodillar al Estado de derecho conduce, entre otros muchos males, a «la desigualdad de los trabajadores que se producirá al amparo de las cesiones al separatismo y a quienes quieren romper la unidad de España». A la huelga general.