ABC 31/01/17
IGNACIO CAMACHO
· Ingeniería de presupuestos: el Gobierno está diseñando un puente para alcanzar el segundo año saltándose el primero
LOS ingenieros políticos del Gobierno han empezado a manejar el término de «pasarela presupuestaria»: un puente para alcanzar la orilla del segundo año de legislatura saltándose el primero. La Moncloa ha dado la orden de esperar –la que más le gusta a su inquilino jefe– y en el Ministerio de Hacienda no hay un ápice de prisa por presentar un proyecto al Congreso. Tampoco la tiene el PSOE para negociar en pleno lío de las primarias, y el PNV sabe que sacará mejor tajada si se toma el asunto con calma. Así las cosas, el Gobierno ha deslizado la idea de pensar en el siguiente ejercicio dando este por amortizado. Trabajar sobre un acuerdo para las cuentas de 2018; parar el reloj en busca de una carambola que garantice el bienio de mandato.
Montoro no lo ve mal. La prórroga de los presupuestos de 2016 amarra una cierta estabilidad y embrida las tentaciones de despilfarro. Bruselas aceptó el borrador de medidas antidéficit y los socialistas dieron, a cambio de ciertas concesiones sociales, el visto bueno al techo de gasto. Las autonomías pueden trabajar con ese límite, aunque quedarían 4.000 millones pendientes de liquidar en pago aplazado. Cualquier negociación para ampliar ese acuerdo supondrá nuevos desembolsos en fórmulas de reparto. El Gabinete contempla una oportunidad de ganar tiempo; si las previsiones recaudatorias se cumplen, habrá más dinero para atender contrapartidas en el siguiente año. La «Pasarela 18» conviene a Hacienda y otorga margen a un PSOE que no puede, en pleno proceso de elecciones internas, comprometerse a más pactos.
A Rajoy ha dejado de importarle el 17; con lo que tiene le alcanza para llegar más allá del verano, a base de vetos, dilaciones, decretos, regates y demás métodos de aguante parlamentario. En esas fechas ya se conocerá el nuevo líder del PSOE y el presidente estará en condiciones de hacer cálculos. Con una oposición de Estado le podría bastar el apoyo del PNV y de Ciudadanos; en cambio, si el socialismo se vuelve al monte puede llamar a urnas en otoño o, estirando mucho la cuerda, en marzo. A efectos presupuestarios, se trata del año que viene en cualquier caso. El corriente, aunque acaba de empezar, no parece dar para más, y los nacionalistas vascos prefieren un compromiso de mayor proyección a medio plazo.
No sería un escenario cómodo ni una función fácil, pero los actores están hablando. Hacienda prefiere mantenerse en la estabilidad provisional de un gasto controlado. Si es menester, presentará una ley presupuestaria destinada al forcejeo sin consecuencias, un hueso para que el Congreso mordisquee mientras vence el marco fiscal prorrogado. Las conversaciones reales van despacio porque falta un interlocutor, el socialista, sin el que no es posible completar el cuadro. Y el ciclo en funciones ha enseñado al marianismo que la clave de gobernar en minoría consiste, simplemente, en ir tirando.