- En primero de autocracia se aprende que las Cámaras, que no solo te eligen, sino que tienen encomendada la sagrada misión de ejercer el control sobre tus decisiones, no sirven para nada cuando te contradice
Me he puesto varias veces el vídeo de Pedro Sánchez en el comité federal en el que anunciaba que va a pasarse por el forro de la toga de Begoña —hoy ya en el tinte— al poder legislativo. Y créanme que sigo sin dar crédito al hecho de que el presidente de un Gobierno teóricamente democrático haya ventilado públicamente su disposición a saltarse uno de los poderes fundamentales del Estado de derecho, después de intentar aniquilar con escaso éxito —gracias, juez Llarena— al otro: el judicial. Lo ha hecho y no ha pasado nada. Lo que demuestra la bajísima calidad de nuestra democracia.
Los del equipo de opinión sincronizada andan haciendo cabriolas para explicar cómo es posible que el Gobierno que defendía que el Legislativo está por encima de todo, que es ahí donde se fraguan las mayorías en un sistema parlamentario y no en las urnas —gracias a eso Sánchez es presidente—, abogue ahora por lo contrario. Es decir, la doctrina actual consiste en que cuando el Congreso no trague con las ruedas de molino que le sirve el Sumo Líder, pues hay que gobernar «con o sin concurso del legislativo». Sánchez intentó matizar la frasecita desde China, pero está claro que tamaña barbaridad no se escapa, se suelta después de haberla pensado mucho.
En primero de autocracia se aprende que las Cámaras, que no solo te eligen, sino que tienen encomendada la sagrada misión de ejercer el control sobre tus decisiones, no sirven para nada cuando te contradicen. Los Kim Jong-un de turno saben que es primordial para mantenerse en el machito. Cuando se tiene de aliado a un forajido o a un terrorista condenado llega el día en que puedes perder el apoyo del Parlamento, y es entonces cuando prorrogas los presupuestos, no apruebas una sola ley —a no ser que lo hagas por decreto— pero sigues agarrado al poder, que al cabo es lo único que importa al déspota. La democracia es papel mojado. Los tics autoritarios de Sánchez ya los conocíamos, sobre todo desde que suspendió en pandemia todos nuestros derechos, a pesar de que el Constitucional revocó esa medida. Vivimos en un estado de excepción durante meses. Y ahora está dispuesto a suspender hasta la labor legislativa. De hecho, ayer no hubo pleno porque no había leyes que aprobar. Hasta sus aliados en la destrucción de España ya le han dicho que ir al Tour sin bicicleta es ir para nada.
Lleva seis años desactivando todos los contrapesos del Estado de derecho. Por tanto, no se trata de un movimiento involuntario, sino de una forma de entender la política de manera cesarista, que le hace contravenir hasta sus principios —en caso de tenerlos— y las promesas con las que se presentó a las elecciones. En un sistema presidencialista, como el francés, mantenerse a toda costa en el poder sin el respaldo parlamentario —de ello puede hablar con autoridad Emmanuel Macron— puede tener un pase, pero Sánchez es presidente gracias a las Cortes. Y cuando en una democracia parlamentaria pierdes la fuerza de los escaños y no puedes aprobar ni una sola ley ni tomar más decisiones que las cosméticas para alimentar tu narcisismo, solo te queda disolver y convocar a las urnas.
Pero Pedro no hará nada de esto porque él está para aparentar, no para gobernar; lo suyo es un desgobierno. O, mejor dicho, está para que no estén otros: «la derecha». Esa es su obsesión, su única razón de ser. Impedir la alternancia. La misma fijación política que mueve a sus votantes a respaldarle en las urnas, aunque es verdad que de forma menguante. Las grietas en la mayoría de investidura (179 votos a favor y 171 en contra) son cada vez más gruesas. En el primer pleno del curso, el PNV respaldo la proposición del PP para reconocer a Edmundo González como presidente legítimo venezolano y, de propina, Feijóo consiguió la abstención de José Luis Ábalos, en su dinámica vengativa. Ahora queda el techo de gasto, que Puchi le tumbará por segunda vez. Pero serán solo fuegos de artificio porque ¿dónde van a ir Carles u Otegi que más valgan que con este Gobierno carente de todo escrúpulo? Así que el Frankenstein tiene medio cuerpo desvencijado, pero seguirá mientras el doctor siga insuflándole vida gracias al dinero de todos.