Juan Carlos Viloria-El Correo

  • La agresión como forma de coacción social rebrota con la violencia contra la Ertzaintza

Sostiene Patxi López que está harto de que se pasee el fantasma de ETA cuando alguien no sabe qué decir para atacar a los socialistas. Lo afirma en plena crisis judicial de su partido, con la excúpula de la secretaría de Organización en prisión o en la antesala del banquillo. Cuando sus socios de Bildu hacen alarde en el Parlamento de un antifascismo que no es una amenaza para la democracia mientras ocultan la memoria del terrorismo que nunca combatieron y nunca condenaron, ni con ETA activa ni después. La violencia contra la Policía vasca de una izquierda abertzale enmascarada en banderas de conveniencia no es una fantasmada, es un rebrote de la agresión como arma de coacción social. El señalamiento de Otegi a la Ertzaintza, diciendo que se ha alimentado su impunidad o que tienen en sus filas a infiltrados de la extrema derecha española, recuerda los peores tiempos en que, además de sufrir el terrorismo, la Policía autonómica tenía que hacer frente a las campañas de acoso y derribo desde la izquierda abertzale.

La exhibición de gestos de pésame ante el fallecimiento de Jacques Esnal, uno de los autores del atentado a la casa cuartel de Zaragoza, con 11 víctimas, cinco de ellas niños, a sus espaldas, es pasear la memoria del terrorismo con soberbia y sin contrición. Las acusaciones de fascistas a partidos constitucionales, su complicidad con los episodios de acoso y el discurso de que, si la derecha llega al poder, sería volver a la dictadura no es un hecho virtual, es el discurso sectario habitual. Al que, por cierto, se ha sumado indirectamente el presidente Pedro Sánchez cuando afirma que si cae la coalición progresista sería como retroceder 50 años. O sea, al franquismo.

Derecha y franquismo; derecha y fascismo. Ese si es un fantasma permanentemente agitado por el Gobierno. El último, colocar placas de memoria de la dictadura en la fachada del edificio que es la sede de la presidencia del Gobierno de Madrid. Otro experto en pasearlos es Pablo Iglesias, que agita el de una derecha por encima de las leyes, apoderada del Poder Judicial o de un cuarto poder en manos de editores enemigos. Lo dice tan en serio que se ofrece al PSOE para «reventar a la derecha» llegando «donde sea necesario».

No está claro cómo se combaten los fantasmas, aunque el peligro surge cuando los espectros se confunden con la realidad y se traspasan las líneas rojas del juego democrático, inventando espíritus malignos cuya eliminación justifica cualquier acción política. La vida política nacional se está llenando de perturbaciones sospechosas. Como dice Alfonso Guerra, «vamos a llegar al centenario de la Guerra Civil como si ahora hubiera una guerra».