Fernando Savater-El País
Como dice un amigo mío, no van a faltar cárceles para encerrarlos a todos, sino manicomios
La mayor dificultad con que tropieza el trashumante Puigdemont para convencer al mundo de lo justificado de su causa es que los motivos de tan inaplazable rebelión (inmediatamente aplazada) no están nada claros. Después de todo, piensan los extranjeros menos empáticos, para meterse en un fregado de tanta importancia hacen falta razones de alta gama. Por más que mira, el obtuso forastero sólo ve una región mediterránea envidiablemente desarrollada, tutelada por el proteccionismo estatal desde el siglo XIX, que goza de una autonomía administrativa cuasi federal, con instituciones cívicas y culturales propias de primera magnitud, centro editorial y universitario de toda España, a la cabeza del diseño, gastronomía, fútbol y prestigios no inferiores… Ver a sus ciudadanos arrastrando cadenas invisibles, desafiando a las leyes que tanto les benefician y clamando agónicamente por la llibertat como los esclavos de Nabuccoresulta bastante chocante. A ver, a ver, explíquemelo mejor… Por fin ha desvelado su secreto el expresident al periodista de Le Soir en una entrevista. “Nosotros queremos construir un Estado moderno en el que la libertad de lenguas sea posible. Si esto hubiera sido posible con el Estado español, no hubiera habido ninguna reivindicación de un Estado catalán”. ¡Acabáramos! Si en Cataluña, Valencia, Baleares, Euskadi, Galicia… se pudiera sin cortapisas enseñar, relacionarse con la Administración, rotular comercios, etcétera… tanto en castellano como en las lenguas cooficiales reconocidas en cada región, no habría sido indispensable el fervor independentista que está arruinando a Cataluña y enfrentando a todo el país. Pero por culpa de la inmersión lingüística y discriminaciones parecidas, no hay más remedio que ir a las barricadas. En fin, como dice mi amigo A. T., no van a faltar cárceles para encerrarlos a todos, sino manicomios.
La mayor dificultad con que tropieza el trashumante Puigdemont para convencer al mundo de lo justificado de su causa es que los motivos de tan inaplazable rebelión (inmediatamente aplazada) no están nada claros. Después de todo, piensan los extranjeros menos empáticos, para meterse en un fregado de tanta importancia hacen falta razones de alta gama. Por más que mira, el obtuso forastero sólo ve una región mediterránea envidiablemente desarrollada, tutelada por el proteccionismo estatal desde el siglo XIX, que goza de una autonomía administrativa cuasi federal, con instituciones cívicas y culturales propias de primera magnitud, centro editorial y universitario de toda España, a la cabeza del diseño, gastronomía, fútbol y prestigios no inferiores… Ver a sus ciudadanos arrastrando cadenas invisibles, desafiando a las leyes que tanto les benefician y clamando agónicamente por la llibertat como los esclavos de Nabuccoresulta bastante chocante. A ver, a ver, explíquemelo mejor…
Por fin ha desvelado su secreto el expresident al periodista de Le Soir en una entrevista. “Nosotros queremos construir un Estado moderno en el que la libertad de lenguas sea posible. Si esto hubiera sido posible con el Estado español, no hubiera habido ninguna reivindicación de un Estado catalán”. ¡Acabáramos! Si en Cataluña, Valencia, Baleares, Euskadi, Galicia… se pudiera sin cortapisas enseñar, relacionarse con la Administración, rotular comercios, etcétera… tanto en castellano como en las lenguas cooficiales reconocidas en cada región, no habría sido indispensable el fervor independentista que está arruinando a Cataluña y enfrentando a todo el país. Pero por culpa de la inmersión lingüística y discriminaciones parecidas, no hay más remedio que ir a las barricadas. En fin, como dice mi amigo A. T., no van a faltar cárceles para encerrarlos a todos, sino manicomios.