Editorial, EL CORREO, 25/9/11
La izquierda abertzale debe proceder a su propio desarme verbal para acreditar su apuesta definitiva por la democracia
La manifestación convocada por la izquierda abertzale y sus aliados contra la sentencia del ‘caso Bateragune’ coincidió ayer con la publicación del último escrito de los presos de ETA, y tuvo como colofón la lectura de una carta enviada desde la cárcel por Arnaldo Otegi. La convicción generalizada de que los etarras presos se han sumado al irreversible camino que conducirá a la desaparición de la amenaza terrorista no puede llevar ni a las instituciones ni a la sociedad a aceptar como buenos los términos en los que se pronunciaron en su comunicado de adhesión al Acuerdo de Gernika ni el contenido de éste. La declaración del ‘colectivo de presos’ se sitúa a una enorme distancia de las exigencias democráticas en materia de pacificación y expresa demandas que no tienen cabida en el Estado de derecho, como la amnistía y el papel estelar que pretenden arrogarse, presentándose además como paganos del ‘conflicto’ para así ocultar que su estancia en prisión se debe a que fueron procesados y condenados por gravísimos delitos, incluido el asesinato múltiple. Ni la sociedad democrática puede solazarse en el equívoco de obviar las palabras herederas del totalitarismo terrorista, ni los presos de ETA y quienes les secundan percibir en las expectativas generadas por su comunicado una suerte de condescendencia exculpatoria. El limitado paso dado por los etarras presos no faculta a la izquierda abertzale a emplazar al Estado y a sus instituciones a variar de política. La expresa exigencia del final del terrorismo es ineludible. El reconocimiento sin ambages de las víctimas del terrorismo etarra requiere la asunción previa del mal causado. El mensaje enviado por Arnaldo Otegi a los manifestantes de Bilbao, denunciando la supuesta existencia de «poderosas fuerzas» cuyo único objetivo sería «impedir la paz» y «recuperar escenarios de confrontación armada», puede obedecer más a la altanería de quienes ya descuentan los réditos electorales que les brinda su victimismo que al quebranto personal que supone un veredicto judicial discutido y recurrible. Pero el desarme físico de ETA no se hará realidad si, previamente, la izquierda abertzale no procede al desarme verbal de un discurso que, en el fondo, se jacta de su exitoso paso por las urnas.
Editorial, EL CORREO, 25/9/11