IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Una cosa es la responsabilidad y otra la culpa. En democracia, las responsabilidades políticas se saldan con una renuncia

Uno. Culpa y responsabilidad no son lo mismo. El ministro Marlaska no tiene la culpa de los asesinatos de Barbate, que corresponde en exclusiva a los narcotraficantes. Lo que sí tiene es la responsabilidad de haber permitido que la Guardia Civil se enfrente a bandas pertrechadas con material de alta gama (náutico, electrónico, aéreo -drones- y armamentístico) en una barquita de juguete, una vulgar zodiac, una especie de pequeña patera de goma. Y de haber desmantelado el eficaz grupo antidroga que hasta poco operaba en la zona. Esa desproporción, que otorga enorme ventaja a los ‘malos’, ha sido manifiesta causa coadyuvante de la tragedia. La idoneidad de perseguir narcolanchas en flagrantes condiciones de inferioridad plantea severas dudas que afectan a la cadena de mando, y en último término a la escala jerárquica de su cúpula. En la política democrática, las responsabilidades no penales se saldan con una renuncia. Más obligada cuanto más grave sea el caso.

Dos. El de la droga en el Estrecho no es sólo un problema de seguridad y de orden público mal resuelto. El tráfico de hachís, y en menor medida de coca, constituye un modo de vida en esos pueblos donde el desempleo juvenil supera a menudo el cincuenta por ciento. La evidencia de que el grupo autor de la embestida atracase con plena impunidad en puerto demuestra una complicidad social obvia, a la que se suma una espesa capa de miedo. El auge de la actividad ilegal, extendido ya también a la costa de Huelva, está alcanzando proporciones similares a las de la crisis de la heroína en los años ochenta. En ciertas localidades se despacha ‘costo’ en los quioscos de chucherías de los parques. El menudeo da dinero rápido y abundante. Y en el vértice de la pirámide, la proximidad de Gibraltar facilita el blanqueo de capitales, cuya posterior inversión en el sector inmobiliario de la Costa del Sol adquiere apariencia respetable. Además, la administración de justicia padece la misma infradotación que las fuerzas policiales en medios técnicos y humanos. Los delincuentes se benefician del colapso de los juzgados, señor Bolaños.

Y tres. Dos servidores públicos asesinados -no «fallecidos»- en acto de servicio reclaman un mínimo gesto de luto por parte de un gobernante. Si Sánchez consideraba imprescindible su asistencia a los premios Goya aunque la noche no estuviese para festivales, el mismo Falcon que lo trasladó a Valladolid lo podía haber llevado unas horas antes a Barbate. Para dar el pésame y algo de ánimo a los familiares. Y sobre todo para dar la cara, para simbolizar ante la población el apoyo del Estado. Claro que era un viaje antipático, pero forma parte de las obligaciones no escritas del cargo. En esta clase de ocasiones se aprecia la fibra, el nervio moral de un liderazgo. El del presidente, pese al ‘smoking’ de la fiesta del cine, no salió muy favorecido en ese retrato.