PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA-EL CORREO
- La ministra recibe al fin a los convocantes de la huelga, pero el paro sigue adelante
La madrugada del viernes el Gobierno llegó a un acuerdo con las asociaciones mayoritarias del transporte: 1.050 millones de euros en medidas para paliar la subida del combustible. Tras la negociación, el Gobierno y la mayoría del sector coincidieron en que no había motivos para seguir con los paros iniciados el 14 de marzo. El problema es que la asociación minoritaria que promueve los paros no estaba en la reunión. Y ayer sí estaba frente al Ministerio, refiriéndose al acuerdo como «limosna y migajas». El líder de los transportistas en huelga gritaba que el Gobierno tiene que pedirles perdón.
Este líder se llama Manuel Hernández y luce unas patillas fantásticas que por un momento se dirían pilosa cristalización del populismo. El hombre maneja con eficacia las redes y el megáfono y exige disculpas porque el Gobierno relacionó la huelga con la ultraderecha. Y, bueno, ayer, de todos los sustantivos que hay en el idioma, Vox definió los 1.050 millones justo con este: migajas. Pero una cosa es que el paro esté fuertemente politizado y otra que quienes lo secundan puedan ser ninguneados por la política con una etiqueta simplificadora. Va un detalle complejo: ayer la manifestación de Madrid parecía llena de ikurriñas. Lleva toda la razón el líder Hernández cuando exige respeto. Y la pierde dos segundos después, cuando llama mafioso a todo lo que se mueve.
Al final la ministra de Transportes recibió a los huelguistas originales. Un acierto que llegó doce días tarde. Sin embargo, la huelga sigue adelante y seguirá afectando a la producción y el suministro en el peor momento posible. Por más que se sientan ganadores y tiendan a confundir el sacrificio con la coacción, los huelguistas deberían recordar que el transporte es un sector vital para el país solo si en el país hay actividad económica y mercancías que transportar. También que a la gente mil millones le parece un montón de dinero y un lineal vacío en el supermercado un asunto personal. Además, Manuel Hernández apenas disimula que la guerra no es solo por las condiciones laborales sino también por la representación sectorial. El modo en que las consecuencias de ese asunto interno debe pagarlas el conjunto de la sociedad va a ser cada vez más difícil de explicar.
DÍAZ
Escucha caída
Qué época esta. Todo sale mal. Incluso la primavera. Además de por lo de las flores y el buen tiempo, la de este año presentaba un interés extraordinario por lo de la escucha. Yolanda Díaz, eso es. La vicepresidenta había anunciado que en primavera se ponía con el «proceso de escucha» y con la conformación del «frente amplio». Pues nada, cancelado. Díaz cree que debe dedicarse solo al Gobierno en estos tiempos de crisis e incertidumbre. Y sí, claro. ¿Pero los fines de semana? ¿No podría escuchar algún día suelto? Es que a mí me hacía mucha ilusión ir a verlo. Me imagino a la vicepresidenta saliendo, no sé, al escenario de un teatro de provincias y sentándose a escuchar mientras la gente en el patio de butacas se pone en pie y aplaude enloquecida. «¡Bravo! ¡Así se escucha!». Al menos, Yolanda Díaz tranquiliza a los fans. Dice que le da pena, pero que sigue ilusionada. A ver si salen pronto nuevas fechas. Para lo de la escucha.
ZELENSKI
Protagonista
Zelenski fue presidente en la ficción antes que en la guerra. La serie que anticipó su futuro pronto se verá en España. Quizá así nos expliquemos lo inexplicable: Zelenski está jugando un papel inesperado y fundamental. De pronto, hay un héroe al mando. O eso parece. Hace unas semanas Stephen Kotkin se lo decía en una entrevista a David Remnick: «Tener a una productora televisiva al frente de un país es mala idea en tiempos de paz, pero es algo fabuloso en tiempos de guerra, cuando el manejo de la información es uno de tus objetivos».