DIARIO 16 28/02/17
GORKA MANEIRO
Es difícil encontrar las expresiones o los adjetivos apropiados para calificar el último libro de Fernando Aramburu: una obra maestra, la mejor novela de los últimos años escrita en lengua castellana, un testimonio imprescindible de lo que significó para Euskadi el terrorismo de ETA, un emocionante mosaico de personas concretas que sufren víctimas de una violencia absurda… quizás todo ello. Sobre todo, en mi opinión, un estremecedor testimonio de lo que la banda terrorista ETA ha supuesto en la vida y en los bienes de los españoles, especialmente en los de aquellos que residían en el País Vasco. Una espeluznante historia basada, obviamente, en hechos reales, que resume perfectamente un episodio negro de nuestra más reciente historia y la intrahistoria de una sociedad formada por una red de colaboradores y personas sin escrúpulos, las víctimas abandonadas durante largos años, una mayoría de supuestos ciudadanos silentes y unos pocos resistentes.
Es difícil no llegar al llanto cuando uno lee esta joya y ve reflejados en ella tantos recuerdos.
La obra, minucioso trabajo que surge de años de vivencias propias y ajenas, trata de una violencia ciega que destruye la sociedad contra la que se ejerce, incluidos a los propios terroristas, sus familiares y sus propias vidas; de lo absurdo de la violencia de ETA; de la negativa a arrepentirse, pedir perdón y reconocer el daño causado; de la cobardía y del miedo; de gentes sencillas que sufren y ven su vida pasar y perder; de una sociedad enferma que se mantiene entre cómplice y callada ante hechos injustos y dolorosos; de la soledad triste de las víctimas solitarias, maltratadas injustamente por sus vecinos e incluso por sus propios familiares; de un vacío indescriptible que lo inunda todo. Ni siquiera aparece la resistencia democrática en la que unos pocos participamos, como si el autor quisiera trasladar la idea o la denuncia de que, habiendo existido, fue más pequeña de la que debió oponerse a tanto odio.
Leer esta novela es un deber como lo es también recordar los hechos ocurridos, defender la democracia o proteger y atender a las víctimas. Hoy no son pocos los que trabajan a diario para implantar un relato torticero respecto de la actividad criminal de ETA contra la democracia española, con el objetivo de hacer pasar a los terroristas por patriotas y de silenciar el sufrimiento de las víctimas; hoy se pretende por parte de algunos la equiparación de víctimas y verdugos; hoy se suceden los homenajes a ex presos de ETA no arrepentidos; hoy son todavía recientes las agresiones a guardias civiles en Alsasua; hoy hay todavía miedo a expresarse en función de lo que uno quiera expresarse; hoy apenas nadie recordamos que existen más de 300 crímenes cometidos pendientes de resolución; hoy subsiste la equidistancia cuando no las mentiras, las falacias o las medias verdades, la perversión del lenguaje y el lenguaje del odio.
Pero hoy también estoy plenamente convencido de que el terrorismo está siendo derrotado y de que, por mucho que algunos pretendan otra cosa, vencerá definitivamente la democracia y las víctimas serán recordadas, homenajeadas y debidamente atendidas; hoy quiero ser optimista: los terroristas no han logrado su propósito.
Tengo “Patria” entre mis manos. Una joya. Léanla.