- Muchos están dispuestos a gastar días de vacaciones y cientos de euros para desplazarse a Alemania apoyando a nuestra selección, pero dentro de casa somos incapaces de hacer el mínimo esfuerzo para frenar los ataques que cuartean nuestra nación
Pasados unos días de las celebraciones del triunfo de la selección española en la Eurocopa de fútbol, parece oportuno trasladar algunas reflexiones al respecto. La primera es sin duda positiva, la satisfacción colectiva que ha generado la victoria, unida a un baño de orgullo y unidad que buena falta nos hacía.
Las palabras de Luis de la Fuente el pasado 15 de julio en Cibeles, son el compendio de las virtudes que debemos recordar y poner en práctica una vez superada la resaca de la celebración «este equipo representa una escuela de valores: sacrificio, trabajo, compañerismo, generosidad, talento y categoría que son un ejemplo para España» y terminó su alocución con un «que sigamos así, unidos como estamos somos más fuertes ¡Viva España!». Pocas veces tanta sensatez en una intervención tan breve.
Dicho lo anterior, a pesar de que las olimpiadas vayan a brindarnos estos días nuevas alegrías, voy con el jarro de agua fría. Tengo la impresión de que el ardor patriótico desplegado frente al rival extranjero, incluso coreando lemas de «Gibraltar español», no existirá nunca frente al adversario interior. Con honrosas excepciones históricas, somos patriotas de ocasión. España como nación no es capaz de galvanizar nuestros sentimientos como un triunfo deportivo, por desgracia los españoles hemos olvidado algunas de las virtudes que enumeraba Luis de la Fuente.
Muchos están dispuestos a gastar días de vacaciones y cientos de euros para desplazarse a Alemania apoyando a nuestra selección, pero dentro de casa somos incapaces de hacer el mínimo esfuerzo para frenar los ataques que cuartean nuestra nación. Da igual que provengan del separatismo catalán o vasco o de las vergonzosas cesiones del Gobierno. Por poner un ejemplo somos incapaces de articular una respuesta como la del pueblo venezolano frente al fraude electoral del dictador Maduro. Si estuviéramos dispuestos a sostener en el tiempo el verdadero orgullo nacional, el principal problema de España, que es su unidad, estaría solucionado.
Los triunfos importantes no son solo consecuencia del esfuerzo de dos semanas, son fruto de la constancia, el sacrificio, el espíritu de equipo y la superación frente a la adversidad. De nada vale desgañitarnos durante veinticuatro horas en las calles animando a nuestros deportistas celebrando sus triunfos, si al día siguiente permitimos que algunos políticos tiren de las costuras de la camiseta de nuestro equipo para hacerla jirones. Desgraciadamente ellos tienen un plan y son incansables, nosotros, si es que lo tenemos, desistimos rápido en su defensa.
Quizá no sepa explicar muy bien en qué consiste el patriotismo, pero sí tengo claro que ni empieza ni acaba con la celebración de un triunfo deportivo por vibrante que sea. La palabra clave es perseverancia. Ojalá seamos capaces de seguir al «entrenador» que fije la estrategia adecuada y nos motive lo suficiente para ganar la competición más importante que estamos disputando como nación: la unidad de España.
- Carlos de Urquijo es ex delegado del Gobierno en el País Vasco