Mikel Buesa-La Razón
- Puede trazarse una línea ideológica, personal y programática de continuidad desde la vieja Herri Batasuna (HB), el partido creado por ETAmilitar en 1978, hasta el actual Sortu y su instrumento electoral EH Bildu
Aunque Francisco Martín, el delegado del Gobierno en Madrid, pretenda ignorarlo, resulta que puede trazarse una línea ideológica, personal y programática de continuidad desde la vieja Herri Batasuna (HB), el partido creado por ETAmilitar en 1978, hasta el actual Sortu y su instrumento electoral EH Bildu. Por cierto, HB fue sin duda el ejemplo paradigmático de la «fidelidad al acontecimiento fundador» que, según el Colectivo J. Agirre –el principal referente doctrinal de todo ese entramado de grupos, asociaciones, movimientos y empresas que gravitaron en torno a ETA y constituyeron el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV)–, fue el modo esencial de su vinculación con la organización terrorista. Y si alguien no tiene claro cuál fue ese acontecimiento –como, según parece, le pasa al señor Martín, tal vez porque no se lo enseñaron ni en la universidad ni en la escuela de verano del partido socialista–, bastará recordarle que fue el día de San Ignacio de Loyola del año 1959 cuando ETA se presentó públicamente para significar la ruptura de los jóvenes de Euzko Gaztegi con el Partido Nacionalista Vasco. Que además hubiera lazos personales y financieros que unieran a los batasunos con ETA, como se evidenció ante los tribunales, no es irrelevante, pero sí accesorio, porque lo esencial está en lo político e ideológico, en el proyecto independentista y socialista que ellos defendieron y que ahora ha recogido en herencia Sortu y Bildu reclama electoralmente. Por lo demás, está por dilucidar si ese partido se financió inicialmente, de manera ilegal, con los dineros que le sobraron a ETA tras su caída y que yo estimo en no menos de 16 millones de euros.
Si el ignorante don Martín hubiera sabido esto, tal vez no se hubiera atrevido a ensalzar a Bildu diciendo que «ha hecho más por los españoles y por España que los patrioteros de pulsera». No sé muy bien qué es un patriotero de pulsera –tal vez porque, aunque me considero un patriota constitucional, nada me cuelga de las muñecas–, pero a mí me suena a insulto. Claro que lo verdaderamente ofensivo para quienes como yo hemos sido directamente dañados por el terrorismo, es elogiar a los que, como en Bildu, a día de hoy siguen reivindicándolo.