Las nuestras son elecciones parlamentarias; no presidenciales. Y habrá que asumir que la primera palabra la dan las urnas, pero la última, los pactos. El PNV está en su derecho de defender su victoria, por eso habla de «agresión política» y de «frentismos» cuando ellos han dirigido unos gobiernos tan excluyentes que ni el servilismo de Madrazo les servía para disimular.
Por mucho que repitamos los resultados electorales del País Vasco como un mantra -ha ganado el PNV-, no se resolverá el enigma del Gobierno de Ajuria Enea hasta que no empiecen a engrasarse las alianzas entre los partidos. No lo tiene nada fácil Patxi López, que no ha ganado, pero es el único que puede gobernar con la mayoría suficiente en el Parlamento vasco. Que Patxi no está en Ajuria Enea es una obviedad que ha podido comprobar la propia portavoz en funciones, Miren Azkarate. Pero nadie duda ya de que se encamina a palacio aparentemente convencido. «No renuncies a ser lehendakari», le dijo Felipe González, en el fragor de la campaña, con la misma convicción que, años atrás, el líder socialista le había pedido a Nicolás Redondo en el escenario de un mitin que recuperara los acuerdos con «mis amigos del PNV».
Ahora las circunstancias son distintas, porque las condiciones para que se produzca la alternancia la acaban de dar las urnas. Ese consejo que le daba el líder retirado encerraba una petición. Que aguantara a las presiones que, hoy por hoy, le están lloviendo a toneladas. Han pasado ya unas cuantas horas desde la noche electoral y, sin embargo, la digestión sigue siendo pesada para todos aquellos que solo quieren ver la parte de la realidad que más les favorece. La portavoz en funciones se quedó ayer a media frase cuando se aferraba a los resultados electorales. El PNV ha ganado, decía. Cierto. Pero se le olvidó añadir que no suma la mayoría necesaria para gobernar. O se limitaba a hacerse preguntas. «Si el PNV ha ganado, ¿por qué hay que cambiar de lehendakari?». La respuesta,cualquiera se la puede dar: porque, al no sumar, tendrá que recabar apoyos. Como ocurrió en Cataluña. Ganó CiU y gobernó el socialista Montilla, aupado por ERC e Iniciativa. O como en Álava en las pasadas elecciones forales: ganó el PP y terminó gobernando el PNV, la tercera fuerza, por obra y gracia del PSE. Son cosas de la política.
Las nuestras son elecciones parlamentarias; no presidenciales. Y habrá que asumir que la primera palabra la dan las urnas, pero la última, los pactos. El PNV está en su derecho de defender su victoria. Porque ha quedado a 80.000 votos de diferencia del segundo partido. Y, por lo tanto, no solo no renuncian a formar gobierno sino que van a poner todos los obstáculos posibles a los que están a punto de tomarle la alternativa. De ahí que el PNV hable de «agresión política» y, lo que es más chocante, de «frentismos» cuando ellos han dirigido unos gobiernos tan excluyentes que ni el servilismo de Madrazo les servía para disimular.
Ha empezado la partida de mus. Y los dos, nacionalistas y socialistas, van a empeñarse en los órdagos. Mientras tanto, el PP sigue ofreciendo su apoyo. Sin pedir nada a cambio. Hasta la investidura de Patxi como lehendakari. Después, el nuevo Gobierno, si quiere, tendrá que negociar con todas las consecuencias. Pero sería iluso pensar que, en un primer tiempo, los socialistas podrán contar con el PP y, en la prórroga, con el PNV. «Entre ser buenos y ser tontos media un abismo», protestaba un máximo dirigente del PNV, que admitía que su partido sólo sacrificaría a Ibarretxe «como jefe de la oposición». Los empresarios también dicen lo suyo: quieren un Gobierno estable y fuerte, y lo antes posible. Y ésa no es la perspectiva que tiene en el horizonte Patxi López. Mañana jueves empieza la partida. A ver si son capaces de no eternizarse.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 4/3/2009