Ignacio Camacho, ABC, 22/8/12
Histórico éxito de Patxi López: deja al constitucionalismo vasco achicharrado y una amplia mayoría soberanista
DEL esperanzador pacto constitucionalista vasco ni siquiera puede decirse que fuese bonito mientras duró porque la verdad es que ha durado muy poco. Demasiado poco para erradicar la extendida idea de que en el País Vasco sólo puede gobernar el PNV, arraigada incluso entre la burguesía menos proclive al nacionalismo. El fracaso del Gabinete de Patxi López, certificado ayer con el adelanto electoral, se lleva por delante la posibilidad de una alternativa a esa especie de régimen obligatorio en el que la política parece consistir tan sólo en encontrarle un socio al partidodesiempre, supuesto depositario de la centralidad y la estabilidad de la sociedad vasca. El propio López ha acabado resignándose; sus expectativas más risueñas pasan ahora, al cabo de tres años y medio de poder, por convertir al PSE en costalero del regreso peneuvista.
El lendakari podrá autoconsolarse pensando que bajo su mandato se ha producido el desistimiento de ETA. No sería mal balance si pudiese atribuírselo con propiedad, pero todo el mundo sabe que su papel fue más que relativo en un proceso cocinado por Zapatero a pachas con el PNV y una Batasuna que obtuvo el premio de su legalización por adelantado. El ninguneo de López fue tan notorio que el comunicado de renuncia etarra lo pilló con el paso cambiado, de viaje en Estados Unidos. En todo caso, sea cual sea su cuota de responsabilidad en ese dudoso éxito – dudoso porque deja más vivo que nunca el proyecto político de los terroristas y ése no es el final que merecía tanto sufrimiento–, se trataría de una victoria más bien poco rentable que va a acabar en su previsible desalojo y una peligrosa mayoría soberanista. Lo que se dice una jugada histórica.
Alzado al poder con el apoyo del PP en una suerte de coalición de víctimas, Patxi ha demostrado a España entera lo que antes sólo sabían sus conocidos: que sus discretas dotes de liderazgo se beneficiaban de una sobrevaloración vulnerable a la exposición pública. Su estrategia de enfrentarse a sus únicos aliados revela a uno de esos esclarecidos estadistas capaces de equivocarse de adversario. Cercado por la influencia social del nacionalismo y la emergente crecida de los batasunos, ha tenido que tirar la toalla antes de tiempo con el objetivo de evitar un presentido descalabro. La máxima aspiración actual del socialismo vasco es la de volver a ejercer, como en tiempos de Jáuregui y Rosa Díez, de comparsa del PNV.
En el camino de tanto éxito se ha quedado achicharrada una prometedora experiencia de acuerdo entre los dos grandes partidos españoles. Esa alianza transversal que sueñan muchos ciudadanos ha hecho crisis en su primer ensayo. Y los resultados que apunta el bloque proetarra tampoco permiten pensar que se haya cumplido el objetivo de asentar el constitucionalismo. Con un balance tan triunfal habría que saber en qué consistía el fracaso.
Ignacio Camacho, ABC, 22/8/12