Las conversaciones de Loyola entre el PNV, PSE y Batasuna pretendían forzar el escenario de la ausencia de violencia. Pero ETA impidió a Otegi intercambiar ese cromo. Fue el riesgo y el error que cometieron los socialistas al hablar de política con representantes de ETA. Así, parece absurdo actuar como si la banda no existiera, que es lo que pretende ahora Ibarretxe.
Ni María San Gil en los momentos de apogeo del Partido Popular había sentido tanta protección del jefe, como cuando Aznar le entonó en tono de bolero durante un mitin de campaña electoral: «María, si tú me dices, ven, lo dejo todo». Porque ayer el secretario general del PSE, Patxi López, estuvo jaleado, acompañado, arropado y protegido no sólo por el presidente Zapatero sino por un ramillete de ministros y presidentes de otras comunidades autónomas que venían a comprobar, en el campo de batalla (electoral), que el tirón de López, en las urnas, es el reflejo de la inercia del partido que está gobernando España y que el lehendakari deberá aceptarlo como su principal adversario.
Ayer el PSOE, con Zapatero a la cabeza, puso a López bajo palio y lo lanzó con todas sus baterías apuntando a Ajuria Enea. Si el lehendakari quiere llegar a algún acuerdo concreto con los socialistas de aquí al próximo día 27 de junio, cuando el Parlamento vasco deba pronunciarse sobre su polémica ‘hoja de ruta’, tendrá que ver en el partido de López algo más que una sucursal del PSOE. Una puesta en escena perfectamente cuidada en vísperas del encuentro que deberán mantener Zapatero y el lehendakari, el próximo día 20 de mayo en La Moncloa.
Este fin de semana ha estado plagado de intercambio de mensajes. Primero, el PNV, en un cierre de filas con Ibarretxe que echaba por tierra las ilusiones de quienes pensaron y escribieron que Urkullu podía ser la «gran esperanza blanca» de ese PNV que iba a distanciarse de los maximalismos del lehendakari. Falsas percepciones. Un espejismo para los ilusos. Al final, todos detrás de Ibarretxe empujando para empezar a crear ese caldo de cultivo del victimismo en el que tan cómodo se ha encontrado siempre el PNV.
Ayer, con un mensaje nada sutil, la vicelehendakari aplicaba la plantilla que tan buenos resultados les dio con el PP. Los interlocutores actuales, el Gobierno socialista, son los del «no» y el «portazo». Un lamento poco hábil al recurrir al miedo, que en su opinión, pueda tener Zapatero «a la democracia y a consultar a la sociedad vasca». Un recurso que se vuelve contra el propio PNV que fue quien puso todas las trabas que pudo para que el pueblo de Amorebieta se pronunciase, en una consulta, sobre la ubicación de la central de ciclo combinado de Boroa.
Al final, a pesar del PNV, más de cinco mil vecinos votaron y el 98 por ciento de los sufragios emitidos se manifestó contrario a la ubicación de esa central por ver, en ella, una fuente de contaminación. Pero la central se construyó porque el PNV no hizo ni caso de la «voluntad mayoritaria del pueblo vasco» en esa localidad y la alcaldesa, Begoña Azarloza (del PNV), que había promovido la consulta, terminó por retirarse de la vida política.
Así es que, después de este capítulo, el partido de Ibarretxe no puede predicar con el ejemplo cuando promociona la celebración de una consulta como el máximo exponente de la soberanía popular, porque no tiene el expediente limpio. Aparte de este ‘borrón’ en la historia de los referendums, pensar, como el lehendakari, que una consulta popular que rechace la violencia puede obligar a ETA a abandonar las armas es tan iluso y engañoso como las ‘mociones éticas’ que pretendían invitar a los alcaldes de ANV a dimitir de sus cargos. En la recuperación de las conversaciones de Loyola, el último ‘golpe de efecto’ de Ibarretxe para mantener su entrevista con el presidente Zapatero, no sorprende tanto el que haya publicitado unas negociaciones privadas y secretas, sino el traslado del contexto.
Porque las conversaciones de Loyola, entre el PNV, PSE y Batasuna se mantuvieron para forzar el escenario de la ausencia de violencia. Pero no resultó. Porque ETA impidió a Otegi que pudiera intercambiar ese cromo. Fue el riesgo y el error que cometieron los socialistas al hablar de política con representantes de ETA. Pero al final no llegaron a nada. Seguimos soportando los azotes de la violencia. Parece absurdo actuar, pues, como si la banda no existiera; que es lo que pretende ahora Ibarretxe al recuperar esas conversaciones.
El lehendakari tiene los pasos tan medidos que ya cuenta con la posibilidad de no llegar a ningún acuerdo con el presidente Zapatero. Tendrá que movilizar su voto. No le será fácil. Su mensaje está cansando a su propio electorado. Su entrevista, en ETB, no despertó el interés de la audiencia. Emitida en ‘prime time’, en jueves, sólo consiguió suscitar el interés de un 12 por ciento. Un dato para que reflexionen en Ajuria Enea y en Sabin Etxea.
La campaña será dura. Patxi López juega con el viento a favor pero conoce perfectamente que el comportamiento electoral de los vascos no es el mismo en elecciones generales que en autonómicas. En el acto de la Fiesta de la Rosa, cerca de él, estaba el ‘honorable’ Montilla, ahora en plena guerra de separación del vínculo con el PSOE. Pero si alguien le colocó en el trono de la Generalitat, no fueron los votos de los catalanes, sino los pactos de Zapatero. Seguramente, López sueñe con un milagro similar al catalán.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 12/5/2008