Juan Carlos Girauta-ABC

  • La izquierda es culturalmente hegemónica. No hay más que leer a la derecha para comprobarlo, para lamentar su inanidad

Estomaga que la extrema izquierda se entregue al «pacifismo de Miss Universo», según feliz hallazgo de Ignacio Camacho. Que son prorrusos todos lo sabemos, el maquillaje les hace poco servicio. «Un señor de derechas» llamaba a Putin el decaído macho alfa Iglesias, que iba a tomar el cielo. Un tipo que solo ve fascistas e izquierda. A mí me dijo, desde la tribuna del Congreso, que me veía emocionado al oír el nombre de Millán-Astray. Quizá me notara los ojos vidriosos, en efecto; era consecuencia de contener el descojone que provocaban sus intervenciones. Como fuere, si Iglesias pensara que Putin es simplemente de derechas, andaría hoy vestido de guerrillero, petate de atrezo, en plena sesión fotográfica. Promocionando una campaña de brigadistas pro-Zelenski. No es que a la extrema izquierda se le vea el plumero con Putin: es que solo se ve plumero y dos pequeñines, en plan Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato.

La izquierda es culturalmente hegemónica. No hay más que leer a la derecha para comprobarlo, para adivinar las píldoras azules de Matrix que se ha tragado, para lamentar su inanidad. Pero la hegemonía no la han fabricado los Iglesias ni las Belarra. La hegemonía viene, en España, vía Errejón. Dejemos el tema para otro día. Lo sustancial aquí es lo mal que disimulan su dependencia rusa los aliados españoles de Putin, los que comparten con el genocida objetivos desestabilizadores, los beneficiarios de cada putinada, los usufructuarios de las fábricas de bots: extrema izquierda, secesionismo y antieuropeísmo de todos los colores.

El pacifismo de conveniencia es un clásico de ‘la gauche’. Mientras la URSS se hacía con armas nucleares, financió y organizó un gran movimiento pacifista: el Consejo Mundial de la Paz. Quien desee profundizar en el origen soviético de esta y muchas otras iniciativas ‘pacifistas’, y del modo en que la intelectualidad occidental comulgó, para no variar, con las ruedas de molino del totalitarismo vestido de seda, acuda a ‘La trinchera letrada’, de Germán Alburquerque.

Desde que la figura del intelectual comprometido con bufanda solo la compra el público de ‘El País’, el engaño es más fácil que nunca. No hacen falta pátinas de ilustración, ni una mala mano de pintura intelectual precipitada. Con el «pacifismo Miss Universo» basta. Hubo tiempos mejores, cuando la afirmación en biquini de «lo que yo quiero es la paz en el mundo», seguida del inacabable silencio del vacío, nos despertaba una sonrisa sin crueldad. Ahora que lo de las misses está prohibido, o mal visto, o marginalizado, porque lo suyo es invitar a dar conferencias a actrices porno -como hacía Podemos en el momento más alfa del macho hoy omega-, la cabecita a pájaros de la miss platónica se corresponde con el universitario que compra un libro al año, por San Jorge. Por eso los rusos ya no necesitan intelectuales, aunque el viejo Chomski siga con el mono abajo firmante.