El brazo político de ETA considera que la actividad terrorista de la banda es como un plan de pensiones que hay que gestionar adecuadamente para evitar «descapitalizaciones inadecuadas».
Los dirigentes de Batasuna han llegado a la conclusión de que la continuidad del terrorismo de ETA resulta perjudicial para sus intereses. La connivencia con la banda les ha colocado fuera de la ley y eso les ha dejado fuera de las instituciones. Ahora, después de muchos años predicando que eran antisistema y que su presencia en las instituciones era rompedora, han descubierto que tienen vocación de poder y que si no están en el Parlamento o en las corporaciones locales se quedan frustrados.
Añoran lo que han perdido porque han descubierto la importancia de estar presentes allí donde se toman las decisiones cuando su complicidad con el terrorismo ha hecho que fueran excluidos de esos ámbitos. Por eso, para poder volver, han interiorizado que ETA debe poner fin a la violencia.
Sin embargo, si la dirección de la banda terrorista anunciara esta misma tarde que en veinticuatro horas le iban a entregar al obispo de Bayona los planos de los zulos donde esconden sus arsenales para que el prelado los hiciera llegar a la policía, los actuales dirigentes de Batasuna correrían a Francia a buscar a los jefes etarras para impedir semejante operación. Puede parecer una paradoja, pero no lo es.
Los líderes de la ilegalizada Batasuna no quieren que ETA renuncie a las armas de manera unilateral, sino dentro de un proceso de negociación política en el que ellos puedan ser protagonistas y capitalizar en las correspondientes contrapartidas que, por cierto, siguen siendo las de siempre, Navarra y la autodeterminación.
Por eso, en el seno de Batasuna se trabaja con calendarios largos, con esquemas negociadores que son copias de los que han fracasado en el pasado. Se sigue soñando con mediadores internacionales, con mesas políticas y la parafernalia de las conferencias de paz.
Batasuna quiere un proceso de desarme de la banda administrado con usura, de pequeños pasitos convenientemente compensados antes de dar el siguiente paso para seguir haciendo caja con cada gesto. En sus papeles, ni siquiera ocultan este propósito ya que señalan que las iniciativas de la banda terrorista «necesitan de una «dosificación» y progresividad adecuada para sacar rentabilidad política y evitar descapitalizaciones inadecuadas en todo un proceso de cambio político».
El brazo político de ETA considera que la actividad terrorista de la banda es como un plan de pensiones que hay que gestionar adecuadamente para evitar «descapitalizaciones inadecuadas». Uno de sus miembros, Rufi Etxeberria, ha expresado la misma idea con otras palabras: «Es tiempo de recoger el fruto de largos años de lucha y no para dejarlo perder». ETA ha llenado la hucha con sus asesinatos y ahora Batasuna quiere ocuparse de gestionarla para recoger los beneficios.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 18/11/2009