Arcadi Espada-El Mundo
JAFRE es un pueblo del Bajo Ampurdán, a tiro de piedra de Verges. Los datos electorales dicen que se trata de la zona más separatista de Cataluña. Es un lugar donde incluso el paisaje se ha vuelto antipático, aunque es verdad que siempre fue mejor por escrito que en vivo. Hace casi 30 años Albert Boadella compró una casa en el pueblo que ha acabado convertida en una más de las obras de arte de la familia. Ahora los vecinos quieren que se largue: le echan basura, le cortan los cipreses del parterre y le escriben Fot el camp en las paredes. El sábado unas cien personas desfilaron silenciosa y cálidamente por el pueblo, a favor de Boadella y contra los vecinos. Esto último no estaba previsto, pero es que todos los que se reunieron eran gente de fuera. El momento más emocionante se vivió a la altura de El Racó d’en Jep, cuando la dueña, Marta, avisada de que se acercaba el repugnante cortejo, salió a cerrar la puerta metálica, con la mala suerte de que se atrancó y hubo de ver cómo el cortejo disminuía su paso para poder observar con la natural curiosidad sus chirriantes esfuerzos con la maldita puerta charnega. El cortejo no era nutrido. Mucha gente se había disculpado diciendo que eran días difíciles. La época debe de parecerles más fácil. Además se dieron algunas dificultades logísticas. La primera intención era que Mariana, la hija y heredera del artista, levantara acta solemne del momento moral al lado de la pintada que decía Boadella fot el camp. Pero a los xenójafres nadie tiene que enseñarles formas. La noche anterior taparon minuciosamente la leyenda con pintura biliar y escribieron al lado algunas sandeces, lo que inutilizó el paredón como set fotográfico y obligó a acabar el acto frente al Ayuntamiento. Y aun hicieron algo más y más interesante. Acaso convencidos de que se preparaba una invasión rodearon con pesadas vigas de hormigón el único solar del pueblo destinado a aparcamiento y cerraron el perímetro aparcando un enorme tráiler. Sus esfuerzos fueron inútiles, porque era un día difícil y los cuatro coches que llegaron pudieron desperdigarse sin mayor dificultad por el pueblo. Pero la pequeñez de la escala no impide sacar la conclusión correcta. Esta es exactamente la conducta pacífica de la que presumen los separatistas y con la que pretenden desmentir al juez Llarena. Este es, exactamente, su concepto de la democracia y su idea de lo público. El nacionalismo catalán ha sido un sostenido achique de espacios que ahora se ejecuta con hormigón, tráilers, tractores y escudos hechos del más ínfimo material humano. Siempre con la nocturnidad y cautela a que obligan el carácter simpático y llorica de su revolución.
Iba a ser su pacifismo lo único que no resultara hipócrita.