Pilar Rahola, LA VANGUARDIA, 13/3/12
Es una pelea bronca, fea, que juega con una trágica memoria para lograr un poco de ruido partidista
Me asquea, me indigna y me duele todo el espectáculo que unos y otros, a lado y lado del frontón ideológico, protagonizan con el nombre de las víctimas del 11-M en la boca. Es una pelea bronca, pornográfica, que juega con una memoria trágica para conseguir un poco de ruido partidista. Y sinceramente, con más o menos decibelios, todos han subido el tono del mal gusto y la falta de respeto, y no creo que se salve ninguno. Por un lado, las asociaciones de víctimas, por la otra los partidos y sindicatos, los cuales, por cierto, han demostrado una gran falta de sensibilidad al hacer coincidir el recuerdo del 11-M con las protestas por la reforma laboral. ¿No podían hacerlo otro día? ¿O es que su prioridad era más política que laboral, y querían incidir directamente en la campaña de las andaluzas? Porque la única explicación razonable que existe para no haber escogido cualquier otro sábado o domingo es que las andaluzas aprietan al PSOE, y los sindicatos amigos han salido en su ayuda. De todas formas, no creo que lo de los sindicatos llegue a la categoría de falta de respeto, pero desde luego ha sido una severa falta de delicadeza. El peor atentado de la historia de Europa merecía algo más de silencio.
Falta de respeto, en cambio, la han tenido las dos asociaciones de víctimas y sus corifeos correspondientes. Y ya sé que algunos amigos me dirán que no se puede comparar la posición de la gente de Pilar Manjón, con los discursos de Ángeles Pedraza y su Asociación de Víctimas del Terrorismo. Si además añadimos la delirante campaña del señor Pedro Jota vía culpabilización de ETA, para poder medio culpar, pasando por el Guadiana…, al propio PSOE, ciertamente la balanza de las barbaridades no está nada equilibrada. Un lado dice barbaridades más gruesas, más antipáticas, más surrealistas y, sin duda, más tristes. Hay una derecha, la derecha que más asegura defender a las víctimas, que no para de utilizar a esas mismas víctimas para sus fines ideológicos. Es, con todas las palabras, una colosal vergüenza.
Pero sinceramente tampoco me parece que estén a la altura los del otro lado de la barrera, porque la izquierda también hace un uso perverso de las víctimas, utilizándolas como lanzadera contra el adversario político. Al final, lo que queda es una España cañí e inmadura que es incapaz de entenderse en lo básico, y que puede llegar a la mezquindad de usar un trágico atentado como munición para la guerra política. La moviola del 11-M, en manos de los partidos y sus amigos asociados, no ha dejado de escupir una música soez que no ha permitido la paz exigible para las víctimas. Y al final no saben conmemorar las tragedias sin sacar a pasear las pancartas y las consignas. Todo asqueante y todo sucio, porque después de un atentado lo mínimo exigible sería el respeto. Pero estos, ni en el respeto a las víctimas se ponen de acuerdo.
Pilar Rahola, LA VANGUARDIA, 13/3/12