Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli
- Si Hamas se empecina en el enfrentamiento, Estados Unidos e Israel quedan legitimados para machacarlo sin piedad
En estos días de flotillas de payasos festivos, manifestaciones violentas para protestar sobre genocidios inexistentes y aprovechamiento descarado de la tragedia que está viviendo Oriente Próximo por gobiernos occidentales desaprensivos que distraen así la atención del público de sus incompetencias y trapisondas, casi nadie aporta propuestas que conduzcan a una solución efectiva que detenga la muerte de miles de civiles no todos inocentes y estabilice por fin un conflicto que parece enquistado para siempre. Entre tanta confusión y caos, mira por donde la única iniciativa realista, equilibrada y potencialmente viable ha surgido de la Casa Blanca, donde un presidente ferozmente denostado por la izquierda progre ha sabido poner negro sobre blanco veinte puntos sensatos, realizables y ajustados a la realidad del problema que han abierto una luz al final de un túnel oscuro de destrucción, odio irracional y sufrimiento indecible. En efecto, si se examinan con serenidad y objetividad los elementos que componen el plan de paz de Donald Trump para Gaza se llega a la conclusión de que su implementación proporcionaría un itinerario transitable hacia la tan anhelada tregua en las hostilidades seguida muy probablemente de una era de prosperidad y progreso para una población hoy sometida a la dictadura totalitaria y asesina de una organización criminal que la ha sumido tras dieciocho años de opresión fanática en la miseria, la desesperanza y el embrutecimiento moral.
Conformidad de los países árabes
Esta ventana abierta a un futuro sin tanques, misiles y hambre requiere, obviamente, que las partes enfrentadas acepten renuncias mutuas y pongan dosis considerables de buena voluntad. Israel, pese a los grandes sacrificios que el plan representa para una sociedad con las heridas todavía sangrantes de la peor agresión sufrida por el pueblo judío desde el Holocausto, ha aceptado en principio el requerimiento del primer mandatario norteamericano y se ha mostrado dispuesto a cumplir sus términos. Asimismo, los países árabes llamados a jugar un papel relevante en este proceso han expresado su conformidad y se dicen abiertos a aportar los recursos financieros, humanos y logísticos necesarios. El hecho de que Rusia y China aparezcan por el momento reticentes demuestra la bondad del planteamiento sugerido por Washington.
Un cambio radical
Queda, pues, que Hamas, responsable del alevoso ataque del 7 de octubre de 2023, causa directa del horror en el que se encuentran desde entonces sumidos los habitantes de la Franja, entre también en el gran acuerdo que acallaría las armas, facilitaría la llegada masiva de ayuda humanitaria al devastado territorio y serenaría la crispada atmósfera internacional creada por esta confrontación cruel y abrasadora. Y es aquí donde emerge el primer tropiezo serio para el éxito de un proyecto de entrada tan atractivo. Hamas no es autónomo ni independiente para tomar sus propias decisiones. Es un empleado de la tiranía de los ayatolás iraníes, que pagan sus nóminas, les proporcionan sus armas, les entrenan y fijan sus objetivos y su estrategia. Para el régimen teocrático de Irán, la disolución de Hamas, su desarme y su aceptación de una amnistía representaría una derrota política muy superior a las que ya ha tenido que tragar con el serio daño infligido a sus instalaciones nucleares de fines bélicos y con la caída de Assad en Siria. Su poder y sus aspiraciones hegemónicas en la región quedarían tan seriamente tocados si el plan de paz de Trump prosperase que es una eventualidad que ni contemplan ni se pueden permitir. Por consiguiente, la única posibilidad para que el plan vaya adelante estriba en que Hamas se libere de sus vínculos con Teherán y actúe por su cuenta, un cambio tan radical en el panorama geopolítico de la zona que resulta muy poco factible.
No cabe duda, desde otra perspectiva, que si Hamas rechaza la mano que se le tiende y persiste en su posición intransigente, la opinión pública se le volverá en contra y se arriesga a una rebelión interna de los gazatís, hartos de penurias, de funerales de niños y de vivir entre escombros. Por tanto, hay que reconocer la inteligencia de Trump al poner sobre la mesa una oferta que para él es un win-win. Si Hamas se pliega, los cañones callan y su prestigio como pacificador se consolida, si Hamas se empecina en el enfrentamiento, Estados Unidos e Israel quedan legitimados para machacarlo sin piedad. La conclusión es que el magnate inmobiliario podrá ser estrafalario, excéntrico e histriónico, pero está claro que de tonto no tiene un pelo.