Juan Francisco Ferré-El Correo
- El Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es una gran victoria de la democracia y la libertad en el mundo
«Paz en nuestro tiempo» fue el lema de Chamberlain antes de sucumbir a los desafueros de Hitler. «Guerra total» proclamó el aguerrido Churchill para derrotar a los ejércitos nazis con sangre, sudor y lágrimas. Como los perversos marcianos de «Mars Attacks!», solo los asesinos dicen venir en son de paz. Y, sin embargo, no ha sido Palestina, qué ironía, la receptora del Premio Nobel de la Paz. Contra todo pronóstico, diría Sabina, ha sido Venezuela, país cautivo de una dictadura respaldada por la izquierda. Gran victoria de la democracia y un éxito político global.
La paz en Palestina no es intrascendente. Al contrario. Pero el abuso partidista, la intifada mundial y la violencia antisemita han malogrado las opciones de la causa gazatí. Este premio tiene la importancia que tiene. Como en otras categorías del Nobel, el acierto recae en quien lo recibe no en quien lo otorga. En este caso, la impostura estratégica ante un asunto tan complejo ha quedado en evidencia. No es ético desdeñar la matanza terrorista de judíos solo para justificar las acusaciones de genocidio contra Israel. Es un escándalo y un insulto a la inteligencia el modo en que la izquierda sectaria instrumentaliza la causa palestina en su beneficio político.
En este sentido, el silencio oficial por la concesión del Premio Nobel a María Corina Machado, un premio a la libertad, es revelador de las peores tendencias de una izquierda que difunde las tesis yihadistas de Hamás como la expresión legítima de los palestinos. Esa izquierda, no conviene olvidarlo, es la que defendió a capa y espada las virtudes de la Unión Soviética hasta que saltaron en mil pedazos los ladrillos del muro de Berlín y les cayeron de punta en la cabeza hueca, y aún hoy. Esa misma izquierda sostuvo al régimen castrista más allá de la muerte del dictador cubano y la extenuación del proyecto revolucionario. Esa izquierda apoyó a un cacique tercermundista como Chávez y ampara ahora contra toda razón la tiranía tropical de Maduro. No hay excusas.
El reconocimiento internacional a María Corina Machado pone las cosas en su sitio y nos redime de la infamia ideológica. Debe doler mucho ver cómo el premio geopolítico más prestigioso no recompensa al líder estigmatizado sino a la líder carismática de una causa justa que se ha pretendido desactivar por todos los medios. Imagino a Sánchez vagando por los pasillos de la Moncloa y declamando el mantra derrotista de Castro: «Podíamos haberlo sido todo y ahora no somos nada». Ánimo, Pedro.