Eduardo Uriarte-Editores

Tenía razón Rubén Amón cuando declaró en un programa de televisión que Sánchez, cual Trump, podría liarse a tiros contra viandantes en una calle y no le repercutiría nada en el nivel de aceptación social, pues el apoyo fervoroso que goza alcanza la impunidad política entre sus actuales seguidores. Algo aún más escalofriante hemos podido observar en su diálogo parlamentario con Mertxe Aizpurua cuando la bancada socialista acabó aplaudiendo a la portavoz de Bildu sin el menor escrúpulo por los doce compañeros del partido asesinados por ETA, pues de todos ellos es sabido que el verdadero causante de todos los males que padecemos es el PP.

El socialismo de ahora, el sanchismo, rompió hace tiempo con el socialismo surgido en Suresnes y durante la Transición. El de ahora es un populismo izquierdista que rinde culto a la personalidad de su amado líder, nada que ver con el del pasado, el de Felipe González, el traidor. Pero dicen que están en el lado correcto de la Historia, aunque alguno de ellos esté al otro lado de la tapia de Soto del Real.

Si osara comentar lo anterior a alguno de mis amigos socialistas que sigue creyendo en Sánchez de la misma manera que en su infancia creía en el ratoncito Pérez, con fe de requeté, inmediatamente me contestaría con el soniquete “¿y el PP qué?”). Y viene la andanada de todo lo que considera los errores del PP: el Prestige, el 11 M, Irak, la Gürtel, aunque curiosamente se olvida, pues fue contra González, el torticero uso que del Gal hiciera Aznar para derrocarle. Pedazo de invento el odio inoculado contra el PP por este político de brocha gorda, incapaz de observar que, de la estrategia populista, como el Peronismo, sólo se fomenta otro populismo como el de Milei. Situación a la que nos encaminamos en España.

Pero también, habría que pensar, que ese odio desaforado contra la derecha anula el legítimo derecho democrático que dispone como alternativa de Gobierno, convirtiendo dicho rechazo en el fundamento de la actual ideología llamada de progreso, que habilita cualquier procedimiento o acto con tal que la derecha no llegue al poder. De esta forma nos encontramos en la antesala de la autocracia, precisamente por obra de un partido que bajo González el traidor fue imprescindible para salir de la dictadura y que ahora no muestra ningún escrúpulo en acercarse a ella, aunque siga camuflando el quehacer político con ropajes democráticos. Tal odio hacia el adversario político no sólo deshace un sistema democrático, aniquila cualquier nación. Lean por favor el discurso a sus electores de Burke, padre entre otros del republicanismo británico. Frente a la convivencia política auspiciada por el republicanismo aquí el hallazgo del sanchismo consiste en la maldad de la derecha como coartada para liquidar la democracia, otra revolución de Asturias.

Del mismo amable diálogo del presidente con Aizpurua surgió de éste la magnífica idea de abolir los símbolos y residuos del franquismo en su común lucha contra el fascismo. Pues veamos, como en la parodia de los revolucionarios antirromanos de La Vida de Brian, se puede encontrar que tiene que cerrar Radio Nacional, la agencia Efe, TVE, casi toda la sanidad pública, varios pantanos (todo hay que decirlo, proyectados bajo la dictadura de Primo de Rivera) múltiples poblados de viviendas sociales, etc.., aunque debiera imitarle creando un ministerio de la vivienda visto la falta que hace.

El pedazo invento del odio a la derecha democrática garantiza la permanencia de Sánchez en el poder, pase lo que pase, habilitado para cualquier arbitrariedad, como las que ha hecho y como las que le queda por hacer, por ejemplo, el pucherazo lectoral.  Vamos a palpar ahora que Puigdemont dice romper con el apoyo al Gobierno la fortaleza del invento del odio a la derecha, pues aunque éste quede en minoría, sin presupuestos en toda la legislatura, sin capacidad legislativa, Gobierno y Congreso convertidos en instituciones muertas, Sánchez seguirá ocupando el poder. Ante este marasmo, un consejo: no coja el tren, ni de cercanías o larga distancia, no espere en la sanidad pública una rápida intervención quirúrgica salvo que sea de urgencia, no se sorprenda si vuelve a ver en la calle al que le asaltó. Un pedazo invento el de la maldad de la derecha, aunque sus hijos no puedan comprarse su piso debido a su carestía, como si gobernase la peor de las derechas.