Pederastia emocional

EL MUNDO 07/06/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

Se están celebrando en Baleares las pruebas de Selectividad para el acceso a la Universidad de los alumnos de segundo de Bachiller. Gracias al empeño de Ciudadanos habrá una novedad que tiene espantados a los sindicatos y a la comunidad nacionalista. Expliquémosla: hasta ahora los exámenes se planteaban exclusivamente en catalán y los examinandos respondían en castellano o en catalán. Ya el año pasado el partido naranja protestó por una anomalía que no ocurre en ningún otro país del mundo: aquí se niega a los usuarios del sistema educativo el derecho a ser examinados en la lengua oficial del Estado, la koiné.

Tras plantearse el asunto en el Parlamento balear, sin resultado alguno, la cosa ha cambiado por una iniciativa de la diputada Marta Martín en el Congreso. El Gobierno acogió favorablemente la propuesta y se puso en contacto con la Consejería de Educación y la Universidad de las Islas con el fin de pedir la adopción de medidas para eliminar la discriminación en las pruebas de acceso.

Si ustedes son personas normales, atributo que ni es universal ni está garantizado para nadie, pensarían que la hoja del examen iría impresa en una cara en castellano y a la vuelta en catalán, bilingüismo estricto. Pues no, la manera de atender al Ministerio por el consejero y el rector consiste en seguir ofreciendo el cuestionario sólo en catalán y facilitar la traducción al castellano a los alumnos que lo reclamen.

Los sindicatos nacionalistas de la enseñanza se quejan de que Ciudadanos «pone palos en las ruedas de la normalización», expresión por la que habría de expulsarse al autor de la actividad educativa para siempre jamás por delito de lesa sintaxis, esa cualidad del alma. A nadie se le oculta que el sistema nada tiene que ver con la libertad de elegir y apenas oculta su vocación coactiva contra los alumnos que se signifiquen exigiendo ser examinados en la lengua oficial del Estado. El nacionalismo es en última instancia una voluntad de pederastia emocional.

Baleares tiene entre sus engendros una sedicente Obra Cultural (OCB), un trasunto del Òmnium Cultural, cuyo presidente, un tal Jaume Mateu, ha puesto el grito en el cielo porque el sistema se castellanice «a instancias de un partido que, por definición, fomenta la crispación social en materia lingüística y ataca los pocos lugares donde el catalán tiene una presencia normalizada». Brutal.

La Selectividad ha registrado ya sus primeras bajas, cuatro mártires del catalanismo que han renunciado a formar parte del tribunal, y es bueno que se queden con sus nombres para añadir a la borgiana Historia Universal de la Infamia: Joan Crespi, el atroz historiador; Pere Palou, el físico enmascarado; Jaume Sabater, el vocal suplente inverosímil, y Jaume Sastre, el incivil huelguista de hambre contra el trilingüismo. Si aún no se explican por qué sacamos los resultados que sacamos, y bajando, en cada Informe PISA, no tienen más que fijarse en la manera en que el nacionalismo usa la enseñanza como banco de pruebas de sus experimentos lingüísticos. Y en la tropa que lo gestiona.