Agustín Valladolid-Vozpópuli
- Sánchez ha abierto un boquete de desconfianza en la UE, aún no visible, y colocado a España en una posición mucho más expuesta a las chaladuras de Donald Trump
Esto, Pedro, no nos lo esperábamos. En las relaciones comerciales hay que tragar muchos sapos, pero doblar la cerviz ante la tumba de Ho Chi Minh, gesto que nunca haces con Felipe VI, parece excesivo. Como mínimo poco socialdemócrata. O simplemente demócrata. Y hacerlo como presidente de todos los españoles, con una ofrenda que más que floral parecía una rueda de churros, no creo que haya sido precisamente una idea brillante. No sé quién te ha colado semejante aberración en la agenda de tu viaje por tierras asiáticas. Deberías cesarlo, como haces con los mayordomos que no siguen al pie de la letra tus instrucciones. Salvo que Su Excelencia haya decidido que en según qué países, Vietnam o China, por ejemplo, el eslogan -“Nuestros valores no están en venta”- no tiene vigencia.
Cosa distinta es que el protagonista de la genuflexión hubiera sido, qué sé yo, Pablo Iglesias. O Yolanda Díaz. A estos les hubiera pegado más lo de la rueda churrera con los colores de la bandera republicana. Bonita se ha puesto, por cierto, la pelea entre pablistas y yolandistas. Como ha apuntado algún colega, el anuncio de que Irene Montero será la candidata de Podemos en las próximas elecciones generales, superadas las primarias fake, ni es precipitado ni inocente. Como no lo es que la fecha elegida haya coincidido con la presentación del libro en el que Iglesias ajusta cuentas con su otrora favorita: “Yo a Yolanda la quería mucho”. Ya se ve.
Una cosa es combatir las decisiones de este esperpento llamado Donald Trump y otra muy distinta convertirte en colaborador necesario del proceso de blanqueamiento en el que está empeñado el régimen chino
Si Sumar fuera una empresa, hace tiempo que habría entrado en ese estado que se conoce como causa de disolución. Así que el matrimonio galapaqueño ha decidido que este es el momento de rematar la faena. Hay bastante en juego, empezando por el propósito no menor de consolidar el estatus económico logrado. Como apunta Javier Redondo en uno de los capítulos de “La democracia después del populismo” (Tecnos), luminoso libro colectivo, “Podemos y Sumar están en la actualidad muy lejos de conseguir los resultados electorales con los que comenzaron su andadura (…). El éxito de sus promotores radica, en el plano personal, en que han consolidado sus trayectorias profesionales”. Y punto.
No hay dinero para todos. Ni sitio. El espacio se ha achicado y de ahí las prisas por ver quién se coloca mejor en la parrilla de salida. La batalla es feroz. Desde Podemos se acusa a Sumar de haberse convertido en una plataforma inservible. “Están muertos”, dicen. Y tienen razón. Y desde Sumar y otras posiciones de izquierda se responde: “El sectarismo, además personalista, lo que hace es dividir y confundir al pueblo. ¿Cuántas veces se ha fragmentado Podemos desde que nació? Y siempre en un todo contra todos, y con pretextos de posiciones políticas ajenas a la realidad concreta”. También cierto.
Posiciones políticas ajenas a la realidad concreta. Eso es. Eso es lo que explica el desmoronamiento de “la izquierda a la izquierda del PSOE”: su profundo desconocimiento de la realidad, su obcecación por aplicar recetas impracticables y, sobre todo, su incompetencia a la hora de administrar las herramientas de gestión de lo público que, pocas o muchas, tuvieron a su alcance.
Vuelve el ‘yankees go home’
El resultado es la manifiesta deserción de su público natural, especialmente los jóvenes, decepcionados por una política que ha agudizado los problemas de acceso a la vivienda (solo en Barcelona, ciudad-laboratorio de estas políticas, hay unos 280.000 pisos con contrato de electricidad pero sin consumo, según la información que manejan las compañías eléctricas); o por los raquíticos resultados en lo que se refiere a la reducción del paro juvenil, que mientras en el conjunto de la UE ha descendido en más de un 10% en los últimos años, situándose en un 14,6%, aquí seguimos estancados en el 25%.
De tal modo que, a la vista del fracaso, vuelve la burra al trigo y al recurso mustio del no a la guerra. No tienen otra cosa que vender. Y el “yankees go home”. Otra vez. Aunque en esto les ha salido un duro competidor. Ahí el socialista les ha ganado por la mano, y, aprovechando la ilimitada habilidad del presidente norteamericano para fabricar enemigos donde no los había, Pedro Sánchez ha sido el dirigente europeo que con mayor entusiasmo ha enarbolado la bandera del antitrumpismo. Estamos de nuevo en presencia del Sánchez más osado, el que usa la política exterior para contrapesar sus problemas en política interior; el que no tiene reparos en arriesgar el interés general para obtener rédito personal.
Estamos de nuevo en presencia del Sánchez más osado, el que usa la política exterior para contrapesar sus problemas en política interior; el que no tiene reparos en arriesgar el interés general para obtener rédito personal
Una cosa es combatir las decisiones de este esperpento llamado Donald Trump y otra muy distinta convertirte en colaborador necesario del proceso de blanqueamiento en el que, aprovechando inteligentemente la coyuntura, está empeñado el gobierno chino. El empeño por alcanzar unas más ventajosas relaciones comerciales con el gigante asiático no es en absoluto reprochable, sino todo lo contrario, pero hay que ser extremadamente cuidadoso con el momento y con las formas, no fuera a ocurrir que te acabes convirtiendo en una pieza de gran utilidad para la estrategia propagandística, hacia fuera y hacia dentro, de un régimen que hostiga a los opositores, incluso les “desaparece”, reprime las libertades y apoya a Vladimir Putin. ¿O es que todo eso ya se nos ha olvidado?
No hemos oído a ningún alto responsable de la Unión Europea respaldar expresamente la gira asiática de Pedro Sánchez. Pero sí se ha escuchado alto y claro el toque de atención del secretario de Estado norteamericano, Scott Bessent. Porque diga lo que diga el Gobierno español, o su ministro de Economía, China sigue siendo un país considerado rival sistémico de las democracias occidentales, y parece como poco ingenuo pensar que Sánchez puede seguir practicando su diplomacia unilateral sin que haya consecuencias. De las que se ven y de las que no se ven.
El presidente del Gobierno vuelve a jugar a la ruleta rusa. Quizá tenga de nuevo suerte. Quizá consiga endilgar a Sumar y a Podemos buena parte de las culpas de las políticas fracasadas de su gobierno y se esté asegurando, para largo, la supremacía de su partido en la izquierda. Lo discutible es que lo pretenda hacer abriendo un boquete de desconfianza en la Unión Europea y colocando a España, frente a las chaladuras del norteamericano, en una posición mucho más expuesta. Y asumiendo con una desesperante superficialidad que puede acabar siendo él quien se convierta en nuestro más costoso arancel.