En estos días vuelve a ser actualidad un chiste de Ramón que apareció en la portada de ‘Hermano Lobo’ el 2 de agosto de 1975. “O nosotros o el caos” ofrecía su alternativa el prócer. “El caos, el caos”, reclamaba apasionadamente el populacho. “Es igual. También somos nosotros”. Me he referido a este chiste cada vez que se nos han cruzado gobernantes como Zapatero, Ibarretxe, o ahora mismo Pedro Sánchez, que el lunes  hizo una performance: llamó a Pablo Casado y mantuvo con él una conversación de una hora. Esto es para que comprendamos que la vida de un jefe de la oposición puede lindar a veces con el heroísmo. Apenas había terminado soltó a José Luis Ábalos para que lo pusiera en modo borrador. Y el Torrente del sanchismo hizo gala de su exquisito sentido de la hermenéutica  al advertir de que si niegan, a partir de ahora les apunta en el debe el rebrote de muertes y contagio, sin que atribuya a su coalición los 26.500 muertos registrados mientras la oposición colaboraba. Ábalos expuso la cuestión al modo del líder franquista de Hermano Lobo: ¿la alarma o el caos? Prueba evidente de que este pobre hombre es incapaz de manejar las conjunciones disyuntivas. ¿Sánchez o el caos? Son sinónimos: Sánchez, el caos.

Sánchez se había agarrado voluntariosamente al caos al decir que gobernar con Pablo Iglesias sería condenarse al insomnio a sí mismo y al 95% de los españoles. Se dotó del Gobierno más numeroso que hemos desde Suárez, con una fe a todas luces exagerada en el factor cuantitativo. Calvo Sotelo, 17; Felipe González, entre 15 y 18; Aznar, 15 y Rajoy, 14. Hoy va a pedir al Congreso una prórroga del Estado de Alarma tal como anunció en el Aló, presidente del pasado sábado y en su mejor estilo: entre la mentira y el chantaje: si no tragáis peor para vosotros; a ver de dónde va a salir el dinero para los ERTEs. Sus desplantes, arrogancias y chulerías, presidente, me remiten a las consideraciones que le hacía Don Mendo a la bella Magdalena en el astracán de Pedro Muñoz Seca: “que me anulo y me atribulo/ y mi horror no disimulo,/ pues aunque el nombre le asombre,/ quien obra así tiene un nombre,/ y ese nombre es el de chulo”.

Es incomprensible esta chulería zángana con el principal partido de la oposición, cuando la soledad del mando (único) viene de la desafección de los socios que lo auparon en la moción de censura. Tienen más motivos para estar incómodos con Rufián, un suponer, que expresó la voluntad de Esquerra de votar en contra, al igual que JxC. Casado ha dado un toque de atención pero muy probablemente se abstendrá. El PNV apurará los plazos hasta saber si sus seis votos van a ser decisivos, para fijar el precio.  Todo hace pensar que la alarma va a tener su prórroga, no porque eso vaya a facilitar la desescalada sino porque  es el gran instrumento para acabar de convertir el sanchismo en autocracia.

El PP deberá meditar cuidadosamente su estrategia. Aceptar hoy el trágala de Sánchez es un paso previo para seguir aceptándolo en el futuro. Un chantaje siempre precede a otro chantaje y con cada trágala que se acepta se renuncia a defender las libertades que el par Pedro-Pablo tiene como objetivos prioritarios.