Mayte Alcaraz-El Debate
  • Curioso que la izquierda y sus amigos xenófobos nacionalistas no exijan que La Mareta vuelva al pueblo como, erre que erre, reivindican de la residencia real de Marivent, en Mallorca

Residencia real de La Mareta, Lanzarote. Media tarde de un hermoso día de agosto. Con el mar al fondo, tan cerca, pero a la vez tan lejos del drama que viven los canarios en las sucesivas crisis migratorias que sufren en sus costas –11.500 personas han llegado a las islas en el primer semestre de este año. Pero a este paraíso vacacional solo llega la brisa marina y algunos invitados del presidente.

Ya esperan a Salvador. Don Salvador, para el personal de La Mareta, ese palacete regalado al Rey Juan Carlos por Hussein de Jordania, en el que disfruta a cuerpo de republicano Pedro Sánchez. Rajoy lo visitó poco, durante su mandato se alojaron algunos jefes de Gobierno extranjero en visita oficial, algo lo usó Aznar, pero el que más, Zapatero. Lo añora tanto el guerracivilista expresidente que también va a disfrutar de ese bello rincón en una visita que va a realizar a su sucesor. Allí ambos van a ver cómo terminan con España definitivamente.

Illa, recién llegado de China donde ha ido a desafiar las políticas de la Unión Europea siguiendo la estela de Sánchez, va a pasar también por Lanzarote. Los dos amigos que nos llevaron al pódium de más muertes por la covid, los que han declinado cualquier compromiso con España encabezando un proyecto disruptivo para congraciarse con los separatistas catalanes a cambio de entregarles estructuras de Estado y exonerarles de la cárcel, van a volver a gozar de esa piscina bañada por el sol, pero pagada por todos nosotros. En esas veladas en el atardecer atlántico soñarán con que el PSC pueda seguir aportando al coleto electoral de Sánchez un 15 % de votos indispensable, como ocurrió en julio de 2023, y desangrando a ERC, convertido en el pagafantas de estos dos trapaceros. El ibuprofeno ha hecho efecto y hoy ese territorio es un remanso de paz. ¿Gracias a quién? A Pedro y Salvador. Y ¿por qué? Pues no por la diligencia que ellos venden, sino porque han asumido todas las exigencias de los que perpetraron el golpe: indultos, amnistía, pacto fiscal, bloqueo a la operación de BBVA con el Sabadell, incumplimiento de las sentencias para el uso del castellano en las aulas… Illa es una especie protegida para Sánchez. Recuerden aquellas jornadas del pasado agosto también en La Mareta, donde Sánchez, Zapatero e Illa pergeñaron, con el fondo de los atardeceres marinos, un plan para eternizarse en el poder que pasaba por Cataluña y su Salvador. Este año volverán a sacar algún conejo nuevo de la chistera.

Curioso que la izquierda y sus amigos xenófobos nacionalistas no exijan que La Mareta vuelva al pueblo como, erre que erre, reivindican de la residencia real de Marivent, en Mallorca. Tanto es así que sus jardines son mostrados a los ciudadanos desde 2017 con el verdadero objetivo de hacer la puñeta a la Familia Real. Aunque ninguno de esos perroflautas sufragados con dinero público han podido refutar el inmenso retorno que Mallorca recibe en imagen, turismo e inversiones gracias a la estancia de Don Felipe en verano, lo cierto es que recurrentemente reclaman Marivent. Es imposible no reconocer el gran escaparate internacional que supone la presencia de los Reyes en la isla, con huéspedes VIP a lo largo de su historia como Diana de Gales, Michelle Obama, Bill Clinton, Gorbachov o el emperador de Japón. Sin olvidar que, a diferencia de la dolce vita de los Sánchez en La Mareta para disfrutar de sus lujos, las propias actividades náuticas del Monarca o las imágenes de la pareja real y sus hijas en paraísos como Valdemosa, son el mejor reclamo para el cuché internacional.

Yo me pregunto: si tan vital es para los baleares acceder a los jardines de Marivent, habremos de reconocer el mismo derecho a los canarios y al resto de españoles para recorrer los 10.000 metros cuadrados de zona ajardinada de la residencia veraniega de los Sánchez. Espero ver esas pancartas reclamando democratizar La Mareta. La izquierda ya está tardando. Hasta entonces debemos conformarnos con que Pedro, Salvador y José Luis disfruten de lo que es nuestro. Democracia popular se llama.