José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Sánchez evitó comparecer al derrumbe de su legislatura y se perdió por los Andes para evitar el apagón
Sánchez huyó otra vez. El Congreso celebraba su último pleno de la temporada, esa sesión escoba donde se apañan las sobras y se enjaretan los saldos. El Gobierno llegaba malherido. Dos grandes apuestas, la reforma de la jornada laboral de Sumar y la ‘ley Begoña’ de Bolaños se cayeron por el camino. Y, al final, el decreto del apagón, el gran empeño del sector eléctrico y de la vicepresidenta ecológica. El PP dijo no. Sin dudas ni debates internos, pese a lo que algunos hacían creer. Y tumbó el proyecto. Y le sacudió a Sánchez donde duele. Es la constatación de una legislatura muerta. El retrato de una mayoría parlamentaria extinta.
El presidente del Gobierno español se paseaba tan pancho por el Cono Sur (por Europa no lo tragan) al frente de su quinteto del progreso, los herederos de Chávez, los niños cantores de Puebla, Pedro y sus pedretes en “Democracia siempre”, un show improvisado y mustio. Maduro no asistió. No sale de casa porque lo detienen o lo derrocan, es un paria internacional recluido en su búnker criminal al que sólo Zapatero se acerca, arrodillado y servil y con la andorga presta.
Boric, el anfitrión, un monaguillo de la zurda woke que alcanzó la presidencia de Chile por las hordas y de rebote, miraba de soslayo, abstraído, como si escuchara el cóndor pasa. Este muchachito no comulga con el comunismo y detesta a alguno de los asistentes, a Petro por ejemplo, terrorista que fue y devenido en golferas y saqueador, que ha destrozado lo que quedaba de Colombia en apenas un par de años.
Para perderse unos días por la América austral mientras en Madrid se vivía otra sesión estropajosa de un Gobierno sin pulso, un PSOE sin aliento y una mayoría parlamentaria sin vocación de continuidad
A su vera Lula, 80 años, ‘el presidente más popular del planeta’ lo bautizó Obama, otro trampantojo. Apenas lo respalda ahora el 24 por ciento de sus compatriotas. Residió entre rejas, por ladrón, hasta que lo perdonó un juez afable y volvió a Planalto (sede del Gobierno brasileño) luego de que el merluzo Bolsonaro le despejara el camino hacia una muy sospechosa victoria. Yamandú Orsi, la quinta pata del grupito de los Andes, apenas tres meses como presidente de Uruguay, intentó pasar inadvertido ante tan inadecuada compaña. Es descendiente de gallegos e italianos, cual manda la tradición, y lo más destacable de su biografía es cuando dijo que “los uruguayos somos como argentinos de baja intensidad” ¡Bravo!
Este es el equipillo al que reunió Sánchez, con la ayuda de Lula, para perderse unos días por la América austral mientras en Madrid se vivía otra sesión estropajosa de un Gobierno sin pulso, un Psoe sin aliento y una mayoría parlamentaria sin vocación de continuidad. La prensa regional andina apenas informó de la sesión, tan cutre y sin contenido que Sánchez tuvo que recurrir a sus mensajes vitriólicos para animar a los pazguatos. “Hay que pasar a la ofensiva contra la internacional del odio y la ultraderecha”, proclamó ante un auditorio informe de chilenos despistados. Sus cofrades lo miraron casi con inquina. ¿A qué vendrá este mensaje apocalíptico?, se preguntaba el uruguayo, tan pacífico. ¿Por qué este estruendo?, mascullaba ese Boric aletargado.
El odio es cantinela frecuentada por Cristina Kirchner, ahora con la tobillera de los condenados por chorros (por choriza). La importaron de la Pampa la gente de Podemos -Errejón y tal- y Sánchez la hizo suya en cuanto pudo. Cosas de Iván Redondo, ese lince del marketing político ahora limpiabotas del conde de Godó.
Marlaska convocó una reunión extraordinaria de la Comisión de seguimiento del plan de lucha contra los delitos de odio, que hasta entonces jamás se había celebrado. La presidió Sánchez, con cara avinagrada porque apenas un rato antes de que comenzara, se conoció la verdad.
Vivió su momento de gloria (el odio como arma arrojadiza) cuando el ‘bulo del culo’, aquel episodio del gay que denunció, ahora hace cuatro años, una agresión sexual de ocho ultras encapuchados que le grabaron la palabra ‘maricón’ en las posaderas. El muchacho atacado resultó ser un chapero con el que se excedió un cliente. Antes de aclararse la movida, Marlaska convocó una reunión extraordinaria de la Comisión de seguimiento del plan de lucha contra los delitos de odio, que hasta entonces jamás se había celebrado. La presidió Sánchez, con cara avinagrada porque, apenas unas horas antes de que comenzara, se conoció la verdad.
La agenda de la rabia
Teresa Ribera, la responsable del gran apagón ibérico de hace tres meses, también recurrió al dicho cuando, en la campaña de las europeas, comparó el intento de asesinato del presidente eslovaco con la persecución y el ensañamiento de la ultraderecha contra Sánchez, ese mártir. El gran perseguido levantó, en su discurso de investidura, su famoso ‘muro’ contra media España, en el que tejió una maraña de horrores y rencores “contra la ultraderecha reaccionaria y la agenda de la rabia”.
Tras la imputación de su señora, el fango, el bulo y el lawfare desplazaron al odio, que, por una de esas razones insondables de los escribidores de mítines, ahora resucita. En Santiago de Chile, nada menos, con ecos de Quilapayún, como dijo el presidente Yamandú, cuando mueras qué harás tú, y con ansias de reivindicación universal. Tanto, que este martes, en la sesión de ‘escupe sobre el PP’ que se celebra en Moncloa tras el Consejo de ministros, la portavoz Alegría recurrió a lo del odio un par de veces, cual cacatúa esmerada. A su vera, la ministra de Igualdad, que se cuelga en cada oreja una lámpara del Palacio Real cada mañana, también hizo uso del dicho, como un eco destartalado.
Dos años, ‘molto longo‘
Entre el odio y la reaparición de Montoro, ocho años después, dicen en Moncloa que «estamos empatados», Hasta hace unos días, lo de Cerdán entre rejas y el machirulo Salazar de la Moncloa, unido al cúmulo de episodios de corrupción que no tienen fin, habían dejado las filas sanchistas para el arrastre. Hasta Sánchez aparecía encogido, como un alfeñique repintado. Todo ha dado un vuelco, según el ala oeste del presidente. Sánchez tiene a su esposa imputada, a su hermanísimo imputado, a su exnúmero dos del partido en la trena, a su exnúmero dos del partido y del Gobierno imputado, a su expresidenta de Adif imputada, pero bueno, la partida está en tablas. «Empatados», y nos vamos de vacaciones.
Este martes en el Congreso se confirmó que el universo sanchista se extingue, que Bolaños tiene que urdir una ley obligar a los periodistas a revelar sus fuentes, que el PP ya no le va a pasar ni una, con ajustado criterio, con toda la razón del mundo y que dos años son un periodo ‘molto longo‘ incluso para el sacerdote supremo de la religión del odio. El bofetón del apagón -después del patadón de las saunas del papá de Begoña- es algo más que un revés parlamentario. No es la derechona del odio. Es la constatación de un Ejecutivo incapaz de legislar, de sacar proyectos, de aprobar presupuestos. En suma, de gobernar. Esto es la antesala del ‘no va más’. Mejor que el gran narciso se quede por los Andes, donde tanto lo quieren.