J.I. Torreblanca-El País
Las intenciones programáticas del Gobierno y el PSOE van a chocar día sí y día no con la dificultad de componer mayorías en el Congreso
El Gobierno formado por Sánchez sirve lo mismo para un roto que para un descosido. ¿El roto? Ser hostigado brutal, transversal e insistentemente desde izquierda, derecha y nacionalismo hasta que caiga y se vea obligado a ir a elecciones. Una situación que podría darse si sus adversarios vislumbraran réditos electorales a la vuelta de la esquina. Pero, por el momento, con el PP a la búsqueda de líder, Ciudadanos en un plano secundario y Podemos tocado por la mala imagen de su líder, no parecería razonable.
¿El descosido? Quedar atrapado en el fango parlamentario generado por la confluencia del interés de todos los partidos en evitar unas elecciones anticipadas y el deseo, simétrico, de que a los socialistas no les vaya lo suficientemente bien como para poder capitalizar su paso por el Gobierno cara a las elecciones municipales, autonómicas y europeas del próximo año. Porque las buenas intenciones programáticas del Gobierno y el PSOE van a chocar día sí y día no con la dificultad de componer mayorías en un Congreso en el que solo tiene 84 diputados de 350.
Se trata, por tanto, de un Gobierno que puede funcionar sin programa de gobierno, porque más que un Gobierno es un programa electoral.
Con todo, lo más interesante del Gobierno es su perfil clásicamente socialdemócrata. Si algo ha caracterizado históricamente a los socialistas es una sana bipolaridad: utilizar mecanismos de economía de mercado para crecer, y mecanismos estatales para redistribuir el crecimiento económico logrado. Pero siempre por ese orden: crecer para repartir, nunca repartir antes o a costa de crecer, que es lo que le distingue de la otra izquierda, a la que la búsqueda de la igualdad le lleva a ahogar el crecimiento.
De ahí la ortodoxia de las carteras económicas, cuyo mensaje a mercados financieros, inversores y socios europeos es claro. Junto a lo clásico, los nuevos temas —igualdad de género y transición energética— que son ya transversales. En el enésimo giro ideológico de Sánchez, ahora otra vez al centro, un Gobierno clásico sin atisbo de guiños a Unidos Podemos ni a la plurinacionalidad. Después del Sánchez liberal que firma con Ciudadanos (1.0) y el Sánchez podemita-plurinacional (2.0), llega el Sánchez 3.0.