Lo sabía todo y lo tapó. Feijóo se dejó de sutilezas y cargó contra Sánchez, silente y acoquinado ante el giro del ‘caso Begoña’. La bancada socialista ofrecía el aspecto del coro del miserere
Como un desvencijado autómata, como una cacatúa insomne, como un monologuista sonámbulo, como un granuja pillado en falta. Nunca compareció Pedro Sánchez en el Hemiciclo tan destartalado y sombrío como este miércoles en la sesión de Control, más bien, sesión de Begoña.
«Usted lo sabía y lo tapó», arrancó Feijóo. Conocía la investigación judicial a su esposa hace un mes, desde horas antes de enviar la carta del amor y lágrimas, del encierro estratégico de cinco días en Palacio, de la visita impresentable al Rey en la Zarzuela. «¿Por qué nos miente tanto?», insistió el líder del PP ante un presidente inquieto y crispado, con la mirada turbia del culpable, con los gestos nerviosos del que se siente atrapado y con pocas salidas. Se abrazó al recurso de siempre, la letanía recurrente del fango y el bulo, ese manoseado estribillo con el que pretende llegar a salvo a las urnas europeas. Le fallaba, esta vez sí, la convicción al recitar la fábula, ese virtuosismo del embustero al representar su teatrillo. Tan disparatado se mostró en su defensa, tan desprovisto de certezas para evitar el gran tema, que incurrió en hallazgos tan peregrinos como recitar una frasecilla disparatada: «Motosierra, Netanyahu, HazteOír, todos los ultraderechistas del mundo han diseñado la política de la oposición. Fango, fango, fango…». Carcajadas en la bancada del PP y algún rubor de bochorno en la del progreso.
Ni una palabra sobre Begoña. Ni una explicación convincente más allá de la ‘ultraderecha’. La sombra de la corrupción recorría todos los rincones del Congreso, desde los patios a la cafetería, de los despachos al corredor de la M-30, desde el sillón de Armengol hasta el último asiento de la tribuna de invitados. Tan enloquecida fue su deposición, que hasta llegó a preguntarle a Feijóo sobre la visita de Abascal a Netanyahu. ¿Perdón? ¿Es a mi?
Toda la sesión fue un viacrucis para los oradores del Ejecutivo. Una sensación de orfandad recorría el banco azul. Sánchez se fue a las primeras de cambio y allí quedaron ellos, mustios y paralizados
«Mintió en la radio, en las televisiones, ocultó lo que ya sabía sobre la situación procesal de su esposa, se han enviado cartas de amenaza al juez, hay injerencias de los fiscales en la causa… No se retiró a reflexionar, se dedicó a preparar la defensa de su esposa», explicaba Feijóo, con tono tan paciente como demoledor. «La Moncloa está investigada por corrupción, acabe con esto porque no puede seguir así», sentenció.
Toda la sesión fue un viacrucis para los oradores del Ejecutivo. Un coro miserere, casi un réquiem. Una sensación de orfandad recorría el banco azul. Sánchez se fue a las primeras de cambio y allí quedaron ellos, mustios y paralizados, incapaces de recurrir a más excusas que el ‘fango’ y más razón que el ‘bulo’. Los guionistas del Ala Oeste quizás hayan huido. La vice-uno Montero tenía mellada su navaja dialéctica y se defendía torpemente con mentirijillas mezquinas. Yolanda Díaz, de una malignidad desnortada, alcanzó a susurrar, ante un micrófono indiscreto, su mejor argumento del año: «Que se vayan todos a la mierda«. Margarita ‘genocidio’ Robles, siempre suelta de lengua, tuvo que leer su respuesta porque no atinaba con la improvisación sincera. Marlaska musitó excusas de una ramplonería atolondrada. Hasta Bolaños, siempre resuelto en la refriega oral, se exhibía entre catatónico y baldío. Imposible, en ese estado, hacerle frente a la ración de trompadas que le dedica habitualmente Cayetana Álvarez de Toledo. «No hay modalidad del crimen que no hayan favorecido, malversadores, sediciosos, agresores sexuales, terroristas, y ahora, talibanes y Hamás». Antes había apuntado que «prefiero la motosierra al juguete del coche bomba de sus socios». Miguel Tellado, luego de pasearse por las novedades de la trama Koldo, subrayó: «El fango es suyo y solo suyo, Sánchez va de víctima pero tiene cara de culpable». Y Cuca Gamarra, certera al señalarle a María Jesús Montero que «mintieron a todos los españoles, hasta a los socialistas, ustedes lo sabían cuando montaron la pantomima de Ferraz. ¿Va a dimitir?
Acababa de levantarse el secreto de la causa Begoña y el pobre vocero, con su hablar torturado y espeso, apenas acierta a distinguir a la UCO de Manos Limpias
No hubo respuesta. El momento de la conmoción coincidió al conocerse que la Audiencia provincial de Madrid, donde se abstuvo la exministra Pilar Llop, había decidido dar luz verde al juez Peinado para que siga adelante con la causa. De ahí las angustias, ese sentimiento de acabose que latía en los intestinos del sanchismo.
Fue una sesión vertiginosa y estéril. Había arrancado con los ecos del patinazo de Patxi López que ascendió a la categoría de ‘presidenta del Gobierno‘ a la susodicha aliada de Air Europa. Acababa de levantarse el secreto de la causa Begoña y el pobre vocero, con su hablar torturado y espeso, apenas acertó a distinguir a la UCO de Manos Limpias, y menos aun, a deslindar la condición de investigado de la de imputado.
Así fueron las previas a la sesión del miércoles. Un debate laberíntico. ¿Denunciada? ¿Investigada? ¿Imputada? ¿Acusada? ¿Procesada? Demasiado para Patxi. La reforma de 2015, que todo lo enredó, desbordaba las entendederas del portavoz de la bancada socialista. El asunto era bien sencillo. Pedro Sánchez conocía la condición de ‘investigada’ de su cónyuge desde horas antes de remitir la carta a los españoles en la que proclamaba ese inesperado amor hacia su esposa y el retiro fake de los cinco días. Una colosal estafa. El gran narciso cree que su trabajo consiste en hilvanar mentiras y mantenerse en el cargo. Está dispuesto a todo y confía en que las urnas del 9-J avalen su continuidad en la Moncloa. Además de las anodinas papeletas europeas, el juez Peinado -habrá que cuidarlo- tiene la última palabra.