Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • Ante lo que se le viene encima, Sánchez juega sus últimas cartas y quema las naves en una carrera contrarreloj que no tiene marcha atrás

Es un genio. Es capaz de transformar al peor enemigo, con o sin su consentimiento, en aliado. Lo hizo con Puigdemont (“Yo me comprometo aquí y ahora a traerlo de vuelta a España y que rinda cuentas ante la Justicia española”); y lo está haciendo con NetanyahuPedro Sánchez ha convertido al siniestro primer ministro israelí en un eficaz cloroformo y a la vez excelente reactivo. El éxito de la jugada sería total si no fuera porque vienen semanas que pueden trastocarlo todo, y este, el de acertar con los tiempos, no es asunto menor. Más bien es el asunto.

Entretanto, Sánchez necesitaba encontrar una bandera a la que reengancharse, y ha sido la barbarie de Gaza la que le ha permitido una realidad paralela, esa en la que las malas noticias pasan a un segundo plano. Está estirando mucho la cuerda, y puede romperse. Pero no le queda otra. Ya solo puede subir la apuesta. Es lo que hizo al instigar irresponsablemente el sabotaje de la última etapa de la Vuelta Ciclista a España. Madrid. Siempre Madrid. Está jugando sus últimas cartas y quemando las naves en una carrera contrarreloj que no tiene marcha atrás. Llevamos tiempo con la sensación de fin de ciclo, pero es ahora, ya en la fase decisiva de la agenda judicial, el momento del envite definitivo.

Prietas las filas

Lo ocurrido con la ronda ciclista es la última señal, muy definitoria, de que ya no hay líneas rojas. Que un primer ministro de un país civilizado haga lo que ha hecho el nuestro, apostando, como dice Ignacio Camacho, por recuperar iniciativa a costa del prestigio nacional, muestra la determinación de un personaje al que no le va a temblar la mano.

Da igual lo que se tenga que llevar por delante. No importa si sigue degradando la imagen internacional de nuestro país: la anomalía española (ya comentaremos esto más a fondo). Pero es que estamos en el principio de la última etapa y Sánchez ya ha decidido cuál es el espacio a ocupar. Y a quién o a quiénes se lo va a terminar de ocupar. Benjamin Netanyahu permite al líder socialista radicalizarse con el general aplauso de sus votantes -incluidos no pocos indecisos de centro-izquierda-, y a la vez reforzar la posición de su partido como el único con capacidad de liderar la resistencia contra las fuerzas del mal; como el único voto útil a la izquierda del tablero.

Con Yolanda Díaz amortizada y Podemos conformándose con defender en el área pequeña, Sánchez tiene ya al PSOE situado donde quería, prietas las filas y neutralizada la competencia. Cosa diferente son los imponderables.

Octubre, octubre

Hay una lucha sorda entre los que quieren saber y los que no quieren que se sepa. Entre, por un lado, los que desde el Gobierno han recibido instrucciones de conocer anticipadamente, y como sea, los resultados de las investigaciones en curso, y por otro los jueces, que han advertido contra cualquier filtración anterior a su reparto entre las partes. Máxima escrupulosidad frente a las acusaciones de lawfare. Y hay miedo, terror, a lo que depare octubre. Sin presupuestos y con nuevos dirigentes socialistas probablemente investigados, entre ellos algún ministro.

Si no estuviéramos hablando de Sánchez, repetiríamos eso de que la situación es ya insostenible. Más insostenible. Pero vaya usted a saber. En todo caso, lo que ni Sánchez es capaz de frenar es el creciente número de los que en el PSOE opinan que es ahora, antes de que ocurra lo inevitable, con el yolandismo disuelto, Abascal a dentelladas con Feijóo, Netanyahu echando una mano, y los 193 asesinados el 11 de marzo de 2004 por el terrorismo islamista en Madrid (y los más de 2.000 heridos) en el olvido, el momento de un nuevo golpe de efecto. Y a por todas. Con Tezanos preparando el terreno. Y con Sánchez, por supuesto, de candidato.

(Continuará)