Pedro Sánchez volvió a Évole en busca de algún resto de humanidad. Desde que convocó las elecciones es casi lo único que ha intentado para combatir la pésima imagen que tiene entre los españoles. El presidente denunció una burbuja empresarial y mediática contra él, pero a la hora de la verdad demostró que vive en una burbuja. De todos los problemas que hay en España. De todas las lecturas que puede hacer sobre el 28 de mayo, Sánchez ha elegido denunciar que una burbuja llamada sanchismo está acabando injustamente con su Gobierno.
Sánchez lo intenta. Pero lo de utilizar el sanchismo como contrataque no es que le salga demasiado bien. Tiene anécdotas y citas preparadas. Personajes a los que nombrar. Buen tono. Pero falla en el verdadero lado humano. Todo parece de mentira y cartón piedra, aunque traiga la definición de la RAE sobre lo que significa mentira y lo que es rectificar. También con ejemplo preparado: el 11-M.
Sánchez ha hecho suyo lo de que el fin justifica los medios, porque lo importante, ha asegurado, es lo que se hace y no con quien se hace. ¿Bildu? Pasaba por ahí. No son nada. Los separatistas catalanes, casi que también. Con el PP también pactó. Podemos, sí pero a veces. A ver si Yolanda ahora.
La culpa es de Irene Montero
El único error que ha admitido se lo ha endosado a Irene Montero sin pestañear. Otros días lo ha sugerido. En Évole apuntó y disparó directamente a la ministra morada por la ley del sí es sí. Es como si no presidiera el Gobierno que aprobó dicha ley, como si no la hubiera defendido mil veces en público hasta que no le quedó más remedio que cambiarla por la puerta de atrás.
El papel de víctima no le sienta bien. Lo ha intentado, como en la campaña de las primarias del PSOE. Entonces le funcionó. Ahora, todos le conocen. Y no se enfrenta a un aparato de partido, sino a 30 millones de electores. «El poder económico no me quiere, se dicen barbaridades de mí en los medios». Ha mencionado a su familia, los sudores nocturnos del Covid.
Pero el ejemplo que ha utilizado sin que Évole le preguntase para referirse a estos ataques es el Falcon. Curioso ejemplo. «El Falcon es un medio de transporte«. Una frase para los anales de la historia. Dice que lo compró Aznar, que todos lo han utilizado igual que él. Pero a su antecesor, Mariano Rajoy, le recordamos yendo a los mítines en AVE mientras veía a Nadal en el ordenador.
Sánchez es el presidente más presidencialista que ha tenido España. No solo por el Falcon sino por todo. Al principio todo parecía una estrategia de Iván Redondo, porque ganar una moción de censura y pasar de la oposición a La Moncloa de un día para otro requiere una digestión para el público. Y había que reforzar su perfil presidencial. Y llegaron las fotos en el Falcon. Y Sánchez comparándose con Obama. Pero es que no era una pose ni una estrategia; es que Sánchez es así.
¿Hay una burbuja contra Sánchez? El problema es que el presidente lo crea. Que verdaderamente crea que existe una burbuja de odios que quiere descabalgarle del poder porque ha subido los impuestos a las empresas. No ha dado nombres pero todos le hemos tendido. Una gira por Atresmedia en la que sigue erre que erre contra El Hormiguero, programa que visita el martes. Es bastante increíble achacar nada a un espacio de entretenimiento que sólo dedica 10 minutos a la semana a hacer una mini tertulia sobre actualidad.
Al final, la única burbuja es la de su incapacidad de responder a las preguntas más simples. ¿De qué hablas con tus hijas? ¿Dónde sales? ¿Amigos? Hombre alguna cosa más que música habrá. Lo del cómo están los máquinas ha sido como los 70 céntimos del café de Zapatero. Podemos entender que el presidente está ocupado en otras cosas. Al menos sabía que se ha acabado Sálvame. Dice que ganará las elecciones en votos y escaños. Sánchez sí que es un máquina.