JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 17/07/14
· Pedro Sánchez se enfrenta a una misión imposible: rehacer un partido de izquierdas sin caer en el izquierdismo puro y duro. Yo me contentaría con que no olvidase las lecciones del pasado: una injusticia no se corrige con otra injusticia ni gobernar consiste en saldar cuentas pasadas, sino en orregir errores pasados. Y si pretende ser a la vez FG y ZP su fracaso va a ser doble.
Pedro Sánchez dijo el domingo que su victoria era «el principio del fin del gobierno de Rajoy». Cuando tenía que habernos dicho si era el fin del gobierno Zapatero, que Rubalcaba se empeñó en prolongar. Dijo también que sus referencias eran Felipe González y Matteo Renzi. Pues tampoco. Renzi es el típico italiano que trata de engañar a todo el mundo, única forma de gobernar Italia. Mientras en España estamos hartos de mentiras. Las verdaderas referencias de Pedro Sánchez son González, que modernizó el PSOE, y Zapatero, que lo devolvió a su prehistoria, y casi a España con él. Sánchez tiene que decirnos a cuál de ellos quiere parecerse, y no nos lo ha dicho. Tendremos pues que adivinarlo.
De entrada, su victoria ofrecía signos esperanzadores. Era sin duda el más «centrado» de los tres aspirantes. Pérez Tapias ya estaba escorado a la izquierda por su procedencia, y el PSOE ha tenido izquierda de sobra en los últimos tiempos. Con Madina no parecía tener a primera vista demasiadas diferencias e incluso había semejanzas. Jóvenes ambos, atractivos, no estaban manchados por la vieja política y hasta sus lemas eran los mismos: «unidad y renovación». Pero mientras Madina mira de perfil y su discurso resulta ambiguo en los temas trascendentes, como la unidad de España, Sánchez mira de frente y habla con tal aplomo que, o está convencido de lo que dice, o miente mejor que todos sus antecesores en el cargo juntos. Y como estamos escaldados al respecto, vamos a mirar con lupa lo que ha dicho hasta ahora. «Voy a estar tan a la izquierda como la militancia de base» fue una de sus primeras frases. Que matizó al instante con «no caeré en populismos ni en demagogia». No casan bien. Si el militante de base socialista es de izquierdas sin compromiso, populismo y demagogia se usan para denigrar el radicalismo de izquierdas. ¿En qué quedamos, don Pedro? ¿Cuál es su modelo y qué camino va a seguir?
Pero en sus muchas declaraciones en lo que va de semana, sigue sin concretar. El «haré en lo posible un giro a la izquierda que permita ganar las elecciones», pese a su aparente claridad, encierra una contradicción: con un giro a la izquierda no se ganan hoy elecciones en Europa, más bien se pierden. No tiene más que mirar al giro que han dado Hollande y Valls en Francia. Y no les digo nada de su orden de oponerse al nombramiento de Juncker como presidente de la Comisión Europea, rompiendo el pacto alcanzado en Bruselas entre los grandes partidos.
Puede ganarle cierto brillo entre la izquierda española, pero difícilmente compensará el retroceso en Europa, donde los pactos se toman muy en serio y si empieza a coquetear con euroescépticos, extrema derecha y extrema izquierda, se verá excluido de las grandes decisiones. Un grave error, en suma. Quienes le conocen lo atribuyen a su escasa experiencia internacional y al complejo ante Podemos. Pero si sólo actúa en clave interior, corre el riesgo de hacer bueno incluso a Rubalcaba. Aunque tampoco hay que olvidar la vena jacobina del PSOE, que le hizo cometer errores garrafales en la Segunda República, en la Guerra Civil y en la etapa Zapatero, desenterrando muertos, dejando al país al borde del abismo y al partido, como unos zorros.
¿Ha aprendido Pedro Sánchez la lección? Son sus hechos no sus palabras los que tienen que decírnoslo. De momento, tiene que unir un partido roto en no sé cuántos pedazos. Ha ofrecido a sus rivales entrar en su equipo, pero lo más probable es que se queden fuera a la expectativa. Con una Susana Díaz que de «hacedora de reyes» se ha quedado en «reina madre», importante pero ya no lo más importante. Los rubicones hay que pasarlos en el momento oportuno y la presidenta andaluza puede haber visto pasar su momento por exceso de cautela.
Para volver a empezar: ¿es Pedro Sánchez un segundo Felipe González u otro José Luis Rodriguez Zapatero? Felipe González fue capaz de enfrentarse a los demonios familiares enviando a Marx a las bibliotecas para convertir el PSOE en una socialdemocracia europea, las únicas adaptadas a nuestro tiempo. Que catorce años en el poder le desgastasen y que la corrupción socavara su régimen hasta hacerlo inviable no impiden reconocer aquel primer éxito. Al que podría añadirse un segundo no bastante subrayado: el felipismo demostró a los españoles que la izquierda puede ser tan corrupta como la derecha. Algo que necesitábamos saber para llegar a una democracia todo lo perfecta que la democracia puede ser. Pero esa es otra cuestión.
Sin embargo, el tiempo transcurrido y el miedo a Podemos, con su izquierdismo elemental, está empujando a muchos socialistas españoles hacia un nuevo Frente Popular contra el capitalismo, la burguesía, la Iglesia y cuanto combatía el primer Pablo Iglesias, e intenta revivir el Segundo. Es la gran incógnita del momento.
Imagino que en una no pequeña parte del PP sueñan con ese escenario: un PSOE movido por el resentimiento y el miedo, que sigue los clarines de la izquierda revolucionaria para combatir a quienes han engañado, arruinado, desahuciado y maltratado al pueblo español durante esta crisis creada por ellos. Lo que tendría consecuencias beneficiosas para los populares: el PSOE quedaría rehén de Podemos, como CiU ha quedado de ERC, cediendo al PP el centro, que es desde donde se ganan las elecciones.
Como hipótesis no está mal. Pero llevarla a la práctica conlleva riesgos enormes. El primero, que haría al país prácticamente ingobernable al imposibilitar cualquier tipo de reforma por consenso. Incluso si el PP renovara su mayoría absoluta, cosa ni mucho menos segura, la atmósfera de guerra civil latente haría dificilísima esa gobernanza por decreto. De ahí que lo más prudente es adoptar una actitud del waitandsee, de esperar y ver qué hace Pedro Sánchez, para actuar en consecuencia. Si quiere guerra, la tendrá; si quiere paz, paz tendrá.
Aparte de que los dos grandes partidos tienen el mismo problema: recuperar los votos perdidos. El PSOE lo tiene más crudo, pues muchos de los suyos se fueron a otros partidos, mientras los del PP se quedaron en casa. Recuperar estos no será tan difícil, sobre todo si la economía empieza, como parece, a repuntar. Pero Pedro Sánchez se enfrenta a una misión imposible: rehacer un partido de izquierdas sin caer en el izquierdismo puro y duro. Yo me contentaría con que no olvidase las lecciones del pasado: una injusticia no se corrige con otra injusticia ni gobernar consiste en saldar cuentas pasadas, sino en corregir errores pasados. Y si pretende ser a la vez FG y ZP su fracaso va a ser doble. Tanto él como Rajoy necesitan pensar en España antes que en sus propios partidos, pues nuestros males han venido siempre de pensar en clave partidista en vez de nacional.
Que puede ser nuestro verdadero problema.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 17/07/14