Lo mejor que puede decirse de las entrevistas del presidente del Gobierno en La 1, la SER y La Sexta es que ni siquiera dan para clickbait. Porque el presidente fue ayer a La 1 y lo que pasó después es fácil de adivinar: nada.
No es La 1, desde luego, la cadena en la que uno esperaría toparse con una entrevista a cara de perro con Pedro Sánchez. Pero entre eso y el paseo militar de la noche de este martes hay un punto de equilibrio que pasa por repreguntar cuando el presidente del Gobierno dice cosas como que «el único responsable» del bloqueo del Poder Judicial es el PP («la decepción que yo tengo con el PP actual y con la anterior dirección no es personal, es una decepción de país»), cuando afirma que su decisión sobre el indulto a Griñán será «acorde con la ley» (sólo faltaría) o cuando exige a los empresarios que «arrimen el hombro» (¿más de lo que lo han hecho durante los tres últimos años?).
El presidente no dio ayer titulares ni hizo grandes anuncios, pero repasó todos sus grandes éxitos y muy especialmente la canción del verano, que ha sido esa en la que el PSOE marcha de la mano de las clases medias y trabajadoras mientras el PP, el IBEX, los medios de derechas, la banca, las energéticas y las grandes cadenas de supermercados le ponen zancadillas al progreso por una mezcla de egoísmo, insolvencia y mala fe.
Puede que el espectador sospeche que repetir una y otra vez el discurso que ha llevado al PSOE a estar más de 40 escaños por debajo del PP de Alberto Núñez Feijóo en los sondeos no llevará a ningún lugar en el que el presidente no haya estado antes («nadie consigue un resultado diferente haciendo lo mismo de siempre» dice una vieja máxima).
Pero la fe del carbonero parece fuerte en Sánchez a tenor de lo visto ayer durante su entrevista con un Xabier Fortes que enunciaba temas más que preguntas para que el presidente mariposeara a su alrededor posándose aquí a allá, a placer y sin mayor tensión que la derivada de intentar colocar cuantas más veces mejor el mensaje de que los costes de la crisis han de ser repartidos con «responsabilidad compartida». Algo irónico en boca del líder de un Gobierno que ha recaudado 22.283 millones de euros extra durante los primeros siete meses de 2021 debido al aumento de la inflación.
También parece fuerte en Sánchez la creencia en la teoría de que si el PP está donde está no es por la renuncia del presidente del Gobierno a un centro en el que no cree, sino por la decepción del votante socialista dada la poca beligerancia de su partido frente a la derecha. Y frente a eso, claro, no queda otra que darle leña al mono, es decir, a Feijóo, hasta que rece en arameo. Aquí la gran pregunta es si es el presidente el que está infravalorando la inteligencia del votante de centro español o los periodistas de los «medios de derechas» los que están sobrevalorando la inteligencia de este.
Existe el convencimiento en el PSOE, expuesta una y otra vez en petit comité, de que la economía no agoniza como dice la prensa y que los fondos europeos, incluso teniendo en cuenta el dato de que España es el país de la UE con una menor tasa de absorción de estos según datos del Tribunal de Cuentas (con un 53% por un 56% de Italia, un 65% de Francia, un 76% de Polonia o un 82% de la ultraliberal Irlanda), reflotarán al partido en los sondeos y, sobre todo, en las urnas.
Existe también el convencimiento en el PSOE de que la economía y el empleo darán una sorpresa positiva durante los próximos meses que le permitan al partido recuperarse de cara a las municipales y autonómicas de mayo de 2023 y no digamos ya de cara a las generales de finales de ese mismo (o principios de 2024, si el Gobierno decide agarrarse a la excusa de la jura de la Constitución de la princesa Leonor por su mayoría de edad).
Pero existe asimismo el convencimiento en el PP de que ya es tarde para Sánchez y que su insistencia en la táctica del discurso contra los poderes ocultos, las grandes empresas y Alberto Núñez Feijóo no es más que la demostración de que el PSOE sabe que cambiar de caballo a pocos meses de las elecciones daría todavía peor resultado que mantenerse a lomos del viejo rocinante populista sobre el que cabalga hoy el presidente.
Para saber más sobre los planes del presidente haría falta, en cualquier caso, que este aceptara una entrevista. Pero, sobre todo, haría falta que la aceptaran sus periodistas de cabecera. Por desgracia, hace años que ni el uno ni los otros están por la labor.