Alguno se fue a por tabaco y no volvió. Otros se escapan al Nepal y se ordenan monjes tibetanos. Pedro Sánchez ha optado por marcharse a la guerra, como el protagonista del cantable de Aute sobre Inés de Ulloa. Mejor en Gaza que en casa con el vendaval de Begoña, asunto sobre el que, casi cincuenta días después del estallido, no ha dicho una palabra. «El mundo es consciente de nuestro liderazgo», explicó el presidente del Gobierno para justificar su fuga hacia el frente internacional, tan acogedor, tan entrañable. Esas guerras casi ajenas, esos conflictos inclementes que «nos lanzan llamadas de ayudas», aseveró, con esa voz en cursiva, simbólica, casi sacerdotal a la que recurre cuando se piensa predicador, mientras se perdía por los senderos de la concordia, la ONU, el pacifismo, la agenda, la tolerancia…
Es propio de los líderes socialistas el mutarse en referentes universales cuando intramuros las cosas se ponen feas. Así Felipe González se tuneó, de la mano de Carlos Slim y del Rey Juan Carlos, en un referente iberoamericano. Rodríguez Zapatero, más extravagante y desorientado, se apuntó al ‘diálogo de civilizaciones’, con el turco Erdogán como socio, referente de la democracia. En esa línea, Sánchez se ha refugiado en Gaza como parapeto y se ha investido de protector supremo y planetario de la causa palestina.
Las maletas de Delcy y el móvil de Rabat
Tan alejado estaba de nuestras fronteras que el jefe del Ejecutivo, en su comparecencia parlamentaria para dar cuenta de lo tratado en el último Consejo Europeo, se demoró 37 minutos en referirse por vez primera la ultraderecha y a la ‘cascada de fango’ que vierte sobre las impolutas paredes de la Moncloa. ‘Fango’ y ‘bulos’ son los sortilegios a los que se aferra el Ejecutivo para protegerse de la que está cayendo sobre sus siglas.
Alberto Núñez Feijóo derribó de un palmetazo el trampantojo. «Al verse acorralado pretende esconderse en la política internacional, no la use como un cortafuegos». Tan fácil le habían colocado el balón, que el líder del PP exhibió su faceta más clemente. Se burló suavemente del afán protagónico del rival. «No es un líder mundial, no pasará a la historia». «Condena la violencia en Oriente Medio quien tiene de socio a Bildu». «El protagonista no es usted sino las víctimas de los dos bandos». «Cambió su política hacia Marruecos por lo que hay oculto en sus móviles». Aquí le aconsejó que deje de sacrificar los intereses de España por los asuntos personales que mantiene clasificados. «Orientó su relaciones con Maduro por lo que la vicepresidenta Delcy traía oculta en sus maletas». Y resumió la escala de prioridades de su interpelado: Con el contrato de Broncano y los pinganillos de esta Cámara se podría financiar la ley ELA».
Habló Abascal, en un tono furibundo, del ‘espectáculo macabro’ de Sánchez posando con tibias, calaveras y huesos de los asesinados del bando nacional provocados por los socialistas hace un siglo
Abascal optó por acomodarse en la defensa del Valle. Recurrió a los epítetos más broncos y a los adjetivos más duros que posiblemente se han escuchado en ese escenario desde hace ya tiempo. Habló del ‘espectáculo macabro’ de Sánchez posando con tibias, calaveras y huesos de los asesinados del bando nacional provocadas por los socialistas hace un siglo». Tachó al protagonista de «necrófilo, bárbaro y salvaje», en un rosario de adjetivos que, pese a redundante, no dejó de ser cierto. El portavoz de Bildu se dio por aludido al referirse a las calaveras que exhibían algunos uniformes de Hitler. Errejón también lo adornó con los calificativos de ‘fascista y mala persona’. Ione Belarra, de lo que queda de Podemos, también se enredó en el nazismo entre advertencias de un apocalipsis que llama a la puerta y clamores antisionistas que alteraron el apacible discurrir de la sesión. En este sesudo debate geopolítico hizo su reaparición Gabriel Rufián, que retornó al Hemiciclo fiel a sus principios: mano en el bolsillo y codo en el atril, cual si estuviera en la barra de una taberna de Santa Coloma trasegando un vermú. Esta ultraizquierda prediluviana que redondea el Frankenstein se mostró muy picajosa con ese aumento del gasto de Defensa que propugnan Bruselas, la Otan y Margarita Robles, quien exhibía una sonrisa desbordada de maldiciones.
Repitan todos: «Entre la nada y el lodo»
Retornó Sánchez al estrado en el turno de réplica para despacharse a gusto con la oposición. Provocador y petulante. «No ha bajado al barro, ha brotado de él», le dijo a Feijóo. Y ya no logró hilvanar comentario apreciable alguno salvo fatigar la figura de Aznar y la guerra de Irak, así andan, adjuntar de nuevo la frase de ‘la oposición destructiva» que se desliza «entre la nada y el lodo» a la que enjaretó ya el adjetivo de ‘ultraderechista’, así sin carraspear. La desesperación del PSOE se detecta en esas hipérboles faltonas que mueven al rubor hasta de los propios. Y como antídoto al mal de Begoña, sembró una retahíla de verbos como «mentir, crispar, manipular y enlodar» sobre las siglas del PP, lo que retrata el nivel de su argumento. Con Abascal hizo bromitas sobre ‘el trío calavera’ y se afanó en emparejarlo al PP, ese empeño que parece que ya no funciona.
Feijóo en su respuesta llevó el balón donde interesa. Al lío de Begoña. «Le veo muy nervioso», y Sánchez ponía cara de a mí que me registren. «Sí, le veo a usted muy nervioso, y entiendo que lo esté por lo que yo conozco, pero más por lo que sabe usted». El aludido pareció no entender bien el jeroglífico gallego, por lo que el líder de la oposición cortó por lo sano: «Yo me pareceré a Trump, pero usted no se parece nada a Felipe González«. Algún culiparlante de la bancada socialista casi estuvo a punto de aplaudir.
En el PSOE se espantan a la que se menciona el nombre de Gómez. Es como el ajo para Drácula. Tan nerviosa se puso la titular de Defensa que, en su tartamudeo, estuvo a punto de declararle la guerra a Putin
Finiquitado el primer acto de alabanza y gloria del ampuloso caudillo -dos largas horas de interminables mentiras en las que se mezclaban la perversidad con la burla- llegaba el plato fuerte de la jornada, las preguntas de control de la oposición donde se confiaba en un bombardeo certero y ajustado sobre los escándalos de corrupción que atenazan al sanchismo. Una decepción, una oportunidad perdida, una auténtica pifia. Quizás se trate de una inteligente estrategia, inalcanzable para las mentes más obtusas, o de un imperdonable error de cálculo, pero los diputados del PP no tuvieron a bien señalar siquiera con la punta del dedo meñique donde más le duele a Sánchez, en su talón de Aquiles, la famosa conseguidora de fondos.
José María Figaredo y Pepa Millán, jóvenes diputados de Vox, voluntariosos pero inexpertos, lo intentaron con escasa pericia y menos preparación. Por parte del bloque popular, la nada, salvo una mínima excepción, cuando Elías Bendodo metió a Margarita Robles en la trama koldista y, por añadidura, repasó con parsimonia todos los pasos sospechosos hasta ahora revelados en el prontuario profesional de la doña de la Moncloa, desde Air Europa hasta las andanzas con el espabilado Barrabés, financiador del controvertido master. Miquel Tellado, jefe del grupo popular, no defraudó al poner contra las cuerdas a la vice-pime, al recordarle cómo desveló los datos fiscales de un particular (el novio de Ayuso) en los pasillos del Senado, lo cual es un delito. La aludida negó en falso dos veces a lo que le espetó el demandante: «¿Acaso es usted la bruja Lola?». Bruja quizás no, pero Emejota Montero no incurrió en la sutileza de sus rivales y no evitó sacar a pasear los clásicos ataques como la sede en B de Génova, los sobresueldos de la cúpula popular, el novio de Ayuso y hasta Rodrigo Rato, que estaba declarando antes los jueces en ese momento
En el PSOE se espantan a la que se menciona el nombre de Gómez. Es como el ajo para Drácula. Tan nerviosa se puso la titular de Defensa que, en su tartamudeo, estuvo a punto de declararle la guerra a Putin
El error del PP quedó en evidencia cuando Bolaños, a preguntas de la mentada Millán, esgrimió absurdamente unas inocuas fotocopias sobre una cuestión menor que rozaba ligeramente a Gómez, para luego sumergirse en su habitual retahíla de «patrañas, embustes, mentiras, insidias» y demás sortilegios en los que se refugia la gente del Gobierno en cuanto aparece el nombre maldito. El Gobierno tenía miedo y carecía de argumentos. Era el día, era el momento. El griterío insoportable de la vice-prime y los dibujitos de Bolaños es su única arma defensiva. Sin embargo, la oposición optó por perderse en el debate de los impuestos. Una catarata de cifras y porcentajes tan eficaz en un debate parlamentario como ir a la Champions sin delantero centro.
Como siempre, Cayetana Álvarez de Toledo señaló el camino, en solitario, con ocho implacables preguntas al triministro, desde la amnistía corrupta al alucinado publireportaje sobre las victimas de la guerra civil. Y la frase final: «De Catar a Cuelgamuros, duritos con los dictadores muertos y blanditos con los dictadores duros. ¡Atrévanse con Maduro!». Era el gol del honor.