Alberto Pérez Giménez-Vozpópuli

Pedro Sánchez se ha dado un mes para vender a sus votantes de que la amnistía “encaja” –El País dice- en la Constitución. Desde hace semanas, los heraldos mediáticos y jurídicos de Su Sanchidad martillean contra el yunque de esa mayoría de políticos, medios y juristas que, una y otra vez, insisten en que la Amnistía no tiene encaje en la Carta Magna porque los constituyentes así lo decidieron.

Pero el desahogo de Sánchez y su elusión de las reglas del juego es bien conocida, y de ello hay pruebas hasta hacer reventar las hemerotecas. Así que, el mismo que dijo que no barajaba los indultos y que negó más de tres veces que la Amnistía tuviera cabida en la Constitución, se dispone ahora a hacérnosla tragar previamente masticada por sus corifeos.

A la portada de ‘El País’ a la que me refería al comienzo hay que añadir juristas de cabecera como el ínclito Pérez Royo que, a razón de tres columnas por semana, intenta convencer al personal, primero (“Amnistía frente al 155”El Diario.es) de que lo que hizo el Supremo con el juez Llarena al frente “fue un disparate tanto desde un punto de vista político como jurídico”,  y que “se puede estar también de acuerdo en que la reacción del Gobierno de Mariano Rajoy, de la Fiscalía General del Estado y del Tribunal Supremo ha sido no menos disparatada”.

Sánchez y los heraldos de la amnistía

Y el catedrático -que en 2015 fue presentado a bombo y platillo por Pablo Iglesias como uno de sus fichajes estrella para las listas de Podemos a las generales de aquel año y que tuvo que renunciar después por su excesiva cercanía al PSOE- concluye que “la ley de amnistía es la única forma de corregir dichos disparates y volver a situar la integración de Catalunya dentro del Estado en el ámbito del que nunca debió de salir”.

Pero como la posición mayoritaria de la judicatura es que las teorías de Pérez Royo con respecto a la amnistía no son más que “discursiones al servicio de la investidura de Sánchez”, en su siguiente columna decidió ir más lejos y sembrar directamente la duda, cual Iglesias, sobre los jueces españoles.

En «Situación límite” del pasado día 30, Pérez Royo señala a jueces, magistrados y fiscales. “¿Estarán dispuestos los jueces y magistrados a aceptar el Gobierno presidido por Pedro Sánchez? ¿O se rebelarán contra la mayoría parlamentaria y su Gobierno?”. Y continúa: “Un número considerable, tal vez una mayoría, de jueces y magistrados que integran el Poder Judicial puede que no acepten un Gobierno que esté presidido por el secretario general del PSOE o, dicho a la inversa, que no esté presidido por el presidente del PP. A un número considerable, tal vez una mayoría de fiscales, puede que les ocurra lo mismo”.

Y tras ‘explicarles’ de que solo pueden respetar la ley (de alivio penal o de amnistía que salga de la mayoría Frankenstein del Congreso), lanza un aviso: “En la renovación del Consejo General del Poder Judicial está el límite constitucional de esta legislatura”.

Es decir, que a los jueces, que ya sabemos que la mayoría son ‘fachas’ y están dispuestos a enfrentarse al Gobierno ‘progresista’ de Junts, PNV y demás supremacistas, hay que meterles mano como sea, y urge renovar el CGPJ por lo civil o por lo criminal -para consumar así la ocupación de la Fiscalía General y el Tribunal Constitucional. Y si para eso hace falta otra ley, pues se hace que para eso se fragua la mayoría en el Congreso a base de cesiones y aunque al resto de españoles le suponga quedarse en los huesos (más de 176.000 millones de euros públicos lleva ya apalabrados Sánchez en su investidura).

A esta campaña machacona para blanquear la amnistía con la que Sánchez pretende comprar los votos de Puigdemont –que ya ha comunicado que nunca se abstendrá, votará ‘sí’ o ‘no’, desactivando la maniobra de CC y dejando a los canarios como Cagancho en Almagro tras ofrecerse a apoyar a Sánchez- se ha sumado con un arrebato místico Iván Redondo, el que fuera gurú de Moncloa y que cambió hace un año de caballo ganador por Yolanda Díaz.

«Y yo, en nombre del Evangelio, vengo aquí a pediros que lo escribáis en vuestro Código fundamental…”. En base a ese Código hay que tener Fe en la amnistía política. Fe en mayúsculas”…Iván Redondo

Redondo arrancaba la semana como Simón del Desierto, secuestrado por el espíritu de Sor Juana Inés de la Cruz para clamar las bondades de la Amnistía. Bajo el título de “Tener fe en la amnistía”, el antaño Rasputín y hogaño Cardenal Cisneros del Gobierno 2.0, sufre un arrebato místico: “Grande es la religión del poder, pero es más grande la religión del amor; grande es la religión de la justicia implacable, pero es más grande la religión del perdón misericordioso; y yo, en nombre del Evangelio, vengo aquí a pediros que lo escribáis en vuestro Código fundamental…”. En base a ese Código hay que tener Fe en la amnistía política. Fe en mayúsculas”…

No es broma. Es literal: “Se trata del instrumento más poderoso para el reencuentro total, porque una democracia fuerte no es solo la que perdona (los indultos), sino la que sabe hacer borrón y cuenta nueva (la amnistía). No hay democracia ni más plena ni más grande”.

Y, por supuesto, no podía faltar la referencia al actual inquilino del Trono de Pedro (el Santo, no Sánchez): “El papa Francisco de hace tan solo dos domingos en el que recordaba lo que Pedro le pregunta a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?”. Piensen que siete, en la Biblia, es un número que indica plenitud (casi como “un indulto general”) y, por tanto, Pedro está siendo extraordinariamente generoso en los presupuestos de su pregunta. Pero Jesús va mas allá y concluye: “No te digo hasta siete veces (los indultos), sino hasta 67 (¡la amnistía!)”. Grande es el imperio de la ley, pero más grande la misericordia” (SIC).

¡Aleluya! Cantemos todos la bondad de Pedro (Sánchez, no el Santo) para con Puigdemont y sus secuaces. Pedro, capaz no solo de indultar a los ya juzgados y condenados –Junqueras et alii- sino de amnistiar al que huyó en el maletero, a los CDR que preparaban atentados y de convertir de un plumazo en el BOE al resto de españoles, del Rey al último policía que se jugó la vida en octubre de 2017, en delincuentes. Porque eso es la amnistía: borra el delito y convierte al Estado y sus agentes en culpables, y permitirá al fugitivo volver como el hijo pródigo por la gracia de Sánchez. ¡Aleluya!… Por eso hay que salir a la calle. Nos vemos en Barcelona.