Estefania Molina-El Confidencial
- Sánchez podría haber llegado a la constatación de que, o salva a Podemos, o se hunden los dos en el mismo barco, en este bibloquismo estanco rojos-azules en el que vive España
Pedro Sánchez necesita resucitar de forma urgente a Unidas Podemos porque la izquierda no seguirá gobernando más allá de 2023, si ambos socios no logran retener los muebles en las próximas elecciones en España. Sin embargo, la situación de UP viene siendo mucho más delicada que la del PSOE por dos factores: la debilidad territorial de UP en varios comicios autonómicos desde 2016, y la falta de rumbo político del partido tras la marcha de Pablo Iglesias. Y es esa dependencia mutua, súbitamente revelada, lo que explicaría por qué Sánchez ha dejado a UP ganar varias batallas en las últimas semanas (salario mínimo, alquileres…) en contra de algunas premisas del PSOE.
En primer lugar, porque Sánchez podría haber llegado a la constatación de que, o salva a Podemos, o se hunden los dos en el mismo barco, en este bibloquismo estanco rojos-azules en el que vive España. Y ese «salvar a Podemos» tiene dos derivadas. La primera, la político-simbólica: que en una España poscovid y muy precaria, las políticas expansivas de Podemos en el gasto son mucho más ‘sexys’ para electorado de izquierdas que el PSOE de la contención, simbolizado por la ministra Nadia Calviño o José Luis Escrivá. La segunda, el factor aritmético hasta alcanzar la mayoría absoluta.
En una España poscovid muy precaria, las políticas expansivas de Podemos son mucho más ‘sexys’ para electorado de izquierdas
En el primero de los casos, pasa que la izquierda se lo jugará todo en la participación de sus bases en 2023. La derecha, en cambio, ya no se verá lastrada por la división de PP y Ciudadanos. Por eso, el Gobierno está centrado ya en la movilización de sus bases para los dos años que vienen. Es decir, en acelerar las leyes relativas a derechos y libertades (LGBTI, Memoria Democrática…). Pero más en concreto, en lo relativo a elevar el nivel de vida de las familias (luz, alquileres…). El objetivo: luchar contra el empobrecimiento creciente de clases medias —según publicaba un informe de Cáritas esta semana— y contra el hastío desmovilizador del votante.
Asimismo, eso explicaría por qué Díaz se impuso a Calviño con el SMI hace unas semanas, y por qué Sánchez ha transigido con la limitación de los alquileres en vivienda. El presidente del Gobierno habría asumido ya que la economía real, esa del ciudadano haciendo números en su casa, o de la pyme y el autónomo asolados por la inflación, es lo único que puede mantenerle en la Moncloa. La fuerza de los hechos se impondrá en el bolsillo del votante, por muchos planes que se hagan sobre los fondos europeos. Estos, a lo sumo, transformarán el tejido de las empresas a muy largo plazo.
En segundo lugar, porque de la aritmética ganadora del bloque de izquierdas pende buena parte de la fuerza de los socios plurinacionales (ERC, PNV, Compromís…) y de los socios morados. Sin embargo, Podemos ha dado notables signos de debilidad desde 2016 con su desplome en Galicia, Euskadi, el salto desesperado de Iglesias para resistir en Madrid, y su escasa implantación en la España mesetaria. A ello se le suma un elemento clave, que el PSOE podría haberse dado cuenta que muchos votos que no vayan a Podemos tampoco irán a los socialistas, como ha ocurrido en ciertas plazas regionales.
Díaz necesita superar a los partidos Podemos e IU, en un proyecto que vaya más allá de estos
En ese contexto, la candidatura que pergeña Díaz aparece como un posible revulsivo sobre el voto de la izquierda alternativa, que podría servir para sacar de la abstención a los desencantados con UP. Díaz planea una entente federalista –como expliqué hace unas semanas– al estilo del Podemos plurinacional de 2015, recuperando incluso a esas confluencias desafectas con la causa. Para ello, Díaz necesita superar a los partidos Podemos e IU, en un proyecto que vaya más allá de estos —algo más novedoso y desinstitucionalizado— para amortiguar su desgaste. Aunque esa forma de asumir el control no parece del agrado de los aparatos orgánicos de Ione Belarra, ni del propio Íñigo Errejón con su Más País.
A la sazón, Sánchez afronta ahora un cambio de paradigma en la relación con sus socios: de la lucha descarnada para asfixiarlos, a darles aire, bombonas de oxígeno a raudales. A ello ayuda el carácter político de Yolanda Díaz, que no es más blanda que Iglesias, sino puño de hierro en guante blanco. Díaz discute con vehemencia dentro de la coalición sus ideas, pero sin arrojar carnaza mediática. Es decir, metabolizando el conflicto, y no infligiendo la lógica de la derrota o la victoria sobre el PSOE, o viceversa. Menos egos –por así llamarlo—.
Si bien, hasta la salida de Iglesias de Moncloa, el Gobierno estaba convertido en lo contrario: una suerte de batalla campal de suma-cero entre socialistas y morados. Es decir: en sacar pecho de quién aprobaba qué y se colgaba la medalla ante sus bases. A fin de cuentas, esa tendencia había sido la génesis de la disputa entre PSOE y Podemos desde 2015. Esto es: porque Podemos vino a enterrar al socialismo clásico, a ser el nuevo partido de izquierda de Estado. Y hasta el gobierno de coalición, la lógica de la salvación propia, entendida como destrucción mutua, era lo que imperaba entre ambos.
Sin embargo, una vez en el Ejecutivo quedaron rescoldos de esa batalla, que han ido desgastando de forma evidente a los morados desde 2020, frente al PSOE. El síntoma más evidente es el estilo que adoptó Iglesias, caracterizado por airear las disputas del gobierno y de plantar cara al PSOE en público. Con perspectiva, ello solo buscó todo el tiempo la supervivencia de su partido. Es decir, asumiendo que el socio pequeño corría el riesgo de quedar sepultado por el mayoritario, como ha ocurrido en el histórico de muchas coaliciones en Europa. Pues solo una visibilidad basada en el conflicto permanente podía ayudar a retener los 35 escaños.
Ahora Sánchez necesita resucitar a UP en vistas a los comicios de 2023: tanto en políticas de gasto más ‘sexys’, como orgánicamente
Pese a ello, el estilo del máximo consejero áulico del presidente del Gobierno, Iván Redondo, también alimentó esa dinámica suma-cero entre las izquierdas. Tanto es así, que el ‘presidencialismo’ de Sánchez no solo noqueó a los propios ministros del PSOE a ratos. También, a los morados. Podemos fue relegada a la categoría de comparsa con la cesión de carteras ministeriales muy testimoniales, a salvedad de Trabajo. El colofón de cómo se desplazó a Podemos de la toma de decisiones tuvo su punto álgido del covid-19.
Pero ahora Sánchez necesita resucitar a Podemos en vistas a los comicios de 2023: tanto en sus políticas de gasto más ‘sexys’, como orgánicamente. Para lo primero, está la acción del Gobierno, que empieza a avanzar dando esos pasos. Para lo segundo, Yolanda Díaz es ya la esperanza blanca del PSOE y de la izquierda en su conjunto.